“¿Existe alguna cosa que no la acerque a mí y no me la recuerde? No puedo ni bajar la vista al suelo sin que sus rasgos se dibujen en las baldosas. En cada nube, en cada árbol, colmando el aire nocturno y refulgiendo de día a rachas en cada objeto, me veo continuamente cercado por su imagen.”
No es fácil acompañar a Heathcliff de Emily Bronte a lo largo de Cumbres Borrascosas y sentir su humillación, el desprecio al que lo someten, la hostilidad que desarrolla y sobre todo la desesperación ante el abandono de su Cathy: “A cada momento necesito recordarme a mí mismo que he de respirar, que ha de seguir palpitándome el corazón…”
Tal vez te reconozcas en las palabras de Heathcliff. ¿Te han dejado y todo te recuerda a tu ex? ¿El dolor te golpea tan fuerte que a veces te resulta difícil incluso respirar? ¿Sientes que Bill Withers no podía tener más razón cuando cantaba “Ain’t no sunshine when she’s gone”? Sigue leyendo porque también nosotros tenemos que hablar, hoy, del duelo amoroso.
¿Qué es el duelo amoroso?
Todos hemos experimentado en algún momento el fallecimiento de una persona: a lo mejor hemos perdido a un familiar o a un ser querido o hemos estado cerca de una persona que se ha visto obligada a decir el último adiós. En estos momentos, se inicia el proceso de duelo, entendido, a nivel general, como la manera de reaccionar ante la pérdida del vínculo con algo o alguien querido. Dicho proceso viene teñido de dolor, desolación, tristeza, incomprensión, rabia, a veces culpa y es inevitable, pero tiene una finalidad: la adaptación de la persona a la nueva situación.
Este desconsuelo también se presenta cuando hay una ruptura sentimental y es que puede llegar el momento en que el vínculo que nos unía con la otra persona haya cambiado tanto que no seamos capaces de reconocerlo y la relación llegue a su fin. Posiblemente la primera pregunta que nos venga a la cabeza sea…¿por qué? El amor puede haberse acabado, los problemas han ahogado la relación o millones de otras razones podrían contestar a esta pregunta. Lo que sí es cierto es que comienza el proceso de duelo amoroso.
El duelo amoroso puede entenderse como la reacción emocional de una persona cuando tiene que hacer frente al final de su relación sentimental. Existen ciertas diferencias respecto al duelo por fallecimiento:
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- No hemos perdido a la persona por completo, tan solo ciertos vínculos que nos unían con ella. Además es muy posible que nuestra ex pareja siga con su vida en un entorno cercano a nosotros por lo que, para coexistir, será fundamental redefinir la relación que teníamos.
- Tenemos la sensación de que la ruptura es reversible y es posible por lo tanto recuperar a nuestra pareja, aunque sea esta una opción poco probable.
- Transitan por el duelo, a diferente ritmo, dos personas que posiblemente tengan perspectivas de la relación distintas por lo que la comprensión entre ambas suele ser complicada a pesar de encontrarse en un proceso similar.
Entendido: cuando se termina la relación con una persona con la que manteníamos importantes vínculos, el duelo amoroso es algo natural e inevitable, pero… ¿Y qué me espera ahora? ¿A qué me tengo que enfrentar? Te voy a hacer un pequeño spoiler por si ayuda en medio de tanta incertidumbre: tal vez no sea un proceso fácil, pero el ser humano es inteligente y transitar por las diferentes emociones de un duelo amoroso nos ayudará a reajustar nuestro rol en nuestro entorno, a adaptarnos a la nueva situación y en definitiva, a superar la ruptura sentimental.
Hablamos de cambios grandes por lo que conocer las diferentes emociones que pueden surgir puede ayudarnos en nuestro desasosiego inicial:
- Negación: a veces nos lo veíamos venir y otras veces no pero un día nuestra pareja nos comunica que pese a los buenos momentos y a todas las cosas que hemos vivido juntos, quiere poner punto final a nuestra relación. La tristeza, el dolor y la incomprensión nos embargan. Cuando poco a poco vamos procesando lo que ha ocurrido, nos invade la angustia y la incredulidad. “¿Cómo hemos podido llegar a esto?” Anhelamos recuperar a nuestra pareja y tratamos de buscar explicaciones que den coherencia a lo que nos está sucediendo .
- Ira: el dolor de la pérdida es cada vez más grande, tanto que resulta desalentador. Son muchos cambios en muy poco tiempo: nos damos la vuelta en la cama y ya no tenemos el calor de nuestra pareja, los WhatsApp se han reducido y ahora son escuetos y fríos o simplemente inexistentes, tal vez ahora tengamos que reorganizar nuestros planes para las vacaciones porque ya no somos dos. Y entonces nos embarga la ira que recluta toda nuestra energía y la utiliza para defendernos de todos estos cambios. Las decisiones que tomamos bajo el mando de la ira, suelen ser muy erráticas: nos dejamos llevar por la impulsividad e intentamos llamar la atención de nuestro ex o incluso nos puede invadir la euforia tratando de olvidar y pasar página como si la ruptura no fuese algo que nos afectase realmente. En ambos casos, nos centramos en el presente camuflando el dolor y nos resulta muy complicado tener en cuenta las consecuencias de nuestros actos.
- Desesperanza: la idea de conseguir reconciliarnos con nuestra pareja parece más irreversible en este punto. La frustración y el dolor fruto de la pérdida que hemos sufrido despiertan una tristeza intensa que activa pensamientos muy pesimistas, llantos, cansancio, pérdida de interés por las actividades que antes nos hacían sentir bien…etc. A raíz de este estado de ánimo, solemos desvalorarnos a nosotros mismos y sentir que somos responsables de la ruptura, por lo que es frecuente revisar las conductas pasadas y centrarnos en lo que deberíamos haber hecho de manera diferente. Es el momento en el que suele aparecer la culpa. Dependiendo de las circunstancias de la ruptura, la culpa puede volcarse a estas alturas completamente en la otra persona dando lugar a sentimientos de resentimiento, de venganza e incluso de odio. Aunque es importante permitirnos sentir dolor por una pérdida importante, no podemos dejar que la tristeza nos entierre por completo y frene nuestro proceso de duelo amoroso.
- Aceptación: cuando conseguimos alcanzar esta fase, recuperamos algo que se nos había arrebatado el día que nuestra pareja se alejó definitivamente: la alegría. En este momento, somos capaces de valorar de manera positiva tanto lo que estamos viviendo en el momento presente como nuestro futuro. En el duelo amoroso, es posible pasar a esta fase sin haber transitado por las emociones anteriores por diferentes razones: porque se comience otra relación amorosa que trastoque las emociones descritas anteriormente, porque la relación se revise y se vuelva a empezar, porque la persona goce de recursos personales que le permitan avanzar con rapidez… Llegados a este punto, es posible que se desarrollen ciertos miedos e inseguridades fruto de la ruptura y si bien el miedo es inherente a nuestra condición de humanos, no debemos dejar que tome el control de nuestra existencia.
¿Por qué duele tanto?
En el duelo amoroso además de todas esas emociones que hemos descrito anteriormente, no siempre gratas, tenemos que tener en cuenta otros factores importantes:
El apego
Podemos imaginar el apego como un conjunto de lazos que nos unen con nuestra pareja. Tendremos un lazo para la sexualidad, otro para las expectativas, otro para las responsabilidades… Cuando nuestra relación se termina, algunos de esos lazos se cortan en ese mismo momento, como por ejemplo ese en el que está escrito “estamos juntos”, sin embargo otros muchos siguen uniéndonos como por ejemplo el del cariño. Al poner distancia de por medio, los lazos siguen sin deshacerse y los nudos se tensan hasta el punto en que ahogan el alma.
La representación negativa de nuestra ex-pareja
Nos encontramos por lo tanto aún unidos a una persona por la que aún tenemos una representación positiva que fuimos formando a lo largo de nuestra relación pero por la que tal vez también se está construyendo una representación negativa a raíz del sufrimiento que nos genera la ruptura sentimental. Nos encontramos así, en una situación absurda que no ayuda a superar el duelo amoroso.
La interpretación de la ruptura
Solemos buscar una explicación coherente que nos permita reorganizar el caos en el que estamos sumergidos. El problema es que esto supone ser conscientes de que nos hemos desnudado (más allá del sentido literal) ante una persona que se ha ido, recordar las cosas malas por las que pasamos, las cosas buenas que ya no tenemos y en este proceso nos enfrentamos constantemente al dolor de la pérdida que puede llegar a absorbernos.
El autoconcepto
Es la imagen que tiene una persona de sí misma. A medida que la relación avanza, es frecuente que fusionemos nuestro autoconcepto con el de nuestra pareja. Cuando la ruptura altera nuestro ritmo de vida, tenemos que pasar del nosotros al yo, que había quedado relegado a un segundo plano. Este proceso implica sentimientos de indefensión, vacío o confusión que acompañan al sentimiento de que hay algo malo en ese yo, razón por la cual nos han dejado. Nuestro autococepto por lo tanto debe redefinirse en un momento en el que se debilita nuestra autoestima, complicándose la toma de decisiones, la planificación de tareas o la capacidad para actuar.
¿Qué puedo hacer para gestionar mi duelo?
Para superar el duelo amoroso y por lo tanto reajustar nuestro rol en la nueva realidad se recomienda:
- Dar el lugar adecuado a lo que sentimos: reprimir las emociones no hará que nos sintamos mejor, al contrario, es posible que explotemos con más facilidad, nos encontremos más bajos de ánimo, nos sintamos más estresados y al final gastaremos mucha energía para nada. Respetemos nuestro ritmo y transitemos por las diferentes emociones sin miedo.
- Mantener el menor contacto posible con la ex pareja: a veces es difícil, especialmente cuando tenemos hijos en común, pero el contacto puede hacer que el duelo amoroso sea aún más complicado, especialmente cuando va seguido de bucles infinitos de preguntas que nos hacemos a nosotros mismos, de análisis pormenorizados de los encuentros que no llevan a nada o de asociaciones a conceptos como “fracaso” o “abandono”. Esto implica no revisar las redes sociales de nuestra ex-pareja ni dejar que nos pongan al día los amigos en común.
- Reflexionar sobre las oportunidades de cambio y crecimiento personal que se plantean en este nuevo camino: el duelo no tiene por qué ser un proceso aversivo. Al contrario, supone una muy buena oportunidad para explorar nuestras necesidades y capacidades así como para decidir cómo queremos evolucionar a partir de este momento. Recuerda que con cada oportunidad perdida, se abre un nuevo horizonte de posibilidades.
- Retomar las actividades que nos hacían sentir bien y que dejamos de lado porque no teníamos tiempo: Tal vez sea un buen momento para incrementar la frecuencia de estas actividades, aprovechando el tiempo libre que te ha dejado la ruptura sentimental.
Aunque hemos comentado que el objetivo del duelo amoroso es conseguir adaptarse a la nueva situación, en algunos casos, los duelos no resultan adaptativos y sentimos que el malestar emocional tras la ruptura es demasiado intenso. En ese caso, la mejor recomendación es que acudas a un profesional que te pueda ayudar a afrontar tu experiencia.
Sobre la autora
Ana López es psicóloga sanitaria en Sinews y pasa consulta en español, inglés y francés. Está especializada en infancia y adolescencia pero también trata adultos en procesos de duelo, con problemas de autoestima, ansiedad, estrés o depresión entre otros. Trabaja desde un enfoque contextual que adapta a las demandas de cada paciente. Para ella es fundamental que estos encuentren en consulta un espacio cálido en el que no se sientan juzgados y puedan identificar qué dirección quieren marcar en su vida.