La mayoría de los padres de hoy en día, cuando aprendieron a montar en bicicleta, se montaron en ella y empezaron a pedalear. Sin más. En la actualidad, a los niños se les enseña de forma distinta: se les compra la bicicleta, pero también un casco, unas coderas, rodilleras, guantes… Esta es una mentalidad muy noble y positiva, pero entonces, ¿dónde está el problema?
Todos los niños necesitan la protección de sus padres ante ciertos peligros que encontrarán en su vida, pero cuando esta protección se convierte en una burbuja de aislamiento hacia una gran parte de las cosas que ocurren en el exterior hablamos de sobreprotección.
Los padres sobreprotectores son aquellos que están de forma continua, pendientes de evitar que sus hijos se expongan a situaciones conflictivas, angustiantes o dolorosas. Estos padres suelen inculcarles esa excesiva prudencia y suelen sentirse híperresponsables sobre lo que les pueda ocurrir. Quieren evitar que su hijo sufra, que lo pase mal, que tenga que pasar por muchas de las cosas que ellos pasaron en la infancia o adolescencia. Estas buenas intenciones llevan a que priven a sus hijos de un correcto aprendizaje ya que no les dejan enfrentarse a las dificultades propias de su edad de donde podrían extraer recursos y estrategias que les servirían para su futuro.
Veamos algunas posibles consecuencias de la sobreprotección:
Dificultades en el aprendizaje y puesta en práctica de las habilidades sociales
Teniendo en cuenta que a lo largo de su vida, su madre/padre o ambos, no le han permitido solucionar sus propios problemas, porque ya los han solucionado ellos, la consecuencia es el no aprendizaje de habilidades de solución de problemas, algo necesario para las relaciones personales. Esto les lleva a tener habitualmente malas experiencias en relación con el mantenimiento de amistades. Suelen sentir la sensación de no tener apenas buenos amigos, se pueden llevar muchas decepciones con los amigos, y no saben exactamente por qué. Esto lleva finalmente a disminuir la autoestima.
Dificultad para tomar decisiones por sí mismo
Estos niños suelen convertirse en personas muy dubitativas a la hora de tomar decisiones. Se sienten inseguros sobre si van a tomar o no la decisión correcta. Se sienten inseguros sobre las consecuencias que podrá tener una determinada decisión. Por tanto, el miedo a la repercusión hace que se demore la toma de decisión, con toda la angustia y el malestar que la indecisión implica. Esto contribuye de nuevo a que su autoestima siga disminuyendo, al no verse capaces de tomar decisiones que, según observan, para otros pueden resultar fáciles. Además la autoestima sigue disminuyendo porque al retrasar dichas decisiones, siguen sin ver los resultados de sus acciones, y continúan percibiéndose como personas no válidas y que no son capaces de pasar a la acción.
Búsqueda de seguridad en el otro
Como estos niños han aprendido a que los demás les resuelvan los problemas, y muestran muchas dificultades para tomar decisiones y pasar a la acción, tienden a depender de los demás, para que tomen decisiones por ellos. Se sienten inseguros e incapaces ellos solos, y necesitan que alguien les proteja, les de seguridad. Pueden por tanto, mantener relaciones con personas que no les aporten nada, porque tienen la sensación de que les solucionan muchas cosas, se sienten protegidos.
Rendirse con facilidad
Son personas que suelen darse pronto por vencidos. Ante una dificultad que no saben como enfrentar, prefieren no enfrentarse, evitarla, que ponerse manos a la obra y ver posibles soluciones. Se sienten incapaces de hacer algo y, a la vez, tienen miedo de equivocarse, por lo que muchas veces ni siquiera lo intentan, y así evitan fracasar.
Bajo autoconcepto
Como hemos ido señalando, una de las consecuencias más importantes es la baja autoestima, el sentirse incapaz de hacer nada bien por ellos mismos. Durante mucho tiempo, incluso años el niño no ha podido poner a prueba su competencia personal ni sus habilidades. Quizá haya intentado tomar sus propias decisiones y llevarlas a cabo, pero la excesiva sobreprotección paterna/materna le ha llevado a no poder ver los resultados de esa toma de decisión. Muchas veces además, las excesivas recomendaciones de los padres para que tengan precaución llevan a hacer muchas críticas al hijo, lo que puede colaborar más aún a este autoconcepto negativo. Al niño le falta la valoración positiva externa de sus comportamientos y decisiones, pero también le falta la autovaloración sobre estos comportamientos y decisiones. Este es un aspecto fundamental para poder desarrollar un autoconcepto y una autoestima sana. Asimismo, cuando sobreprotegemos a nuestros hijos estamos dándoles varios mensajes de un modo subliminal: “No eres capaz”, “No puedes hacerlo”, “No puedes confiar del todo en ti mismo”. Asimismo, hay padres que prefieren ocultar información a sus hijos por miedo a que sufran o se frustren. Los niños necesitan poder hacerse cargo de las situaciones, siempre ajustadas a sus capacidades según sus edades. Debemos enseñarles poco a poco a relacionarse con las limitaciones, las dudas, las pequeñas frustraciones del día a día para que puedan desarrollar recursos de afrontamiento. Por el contrario les estamos exponiendo sin herramientas propias a situaciones difíciles que en momentos críticos puede llevar a desestructurarles. En muchas ocasiones, los padres también se adelantan a sus hijos porque lo hacen más rápido y mejor, pero debemos recordar que el aprendizaje requiere paciencia y tiempo pero el esfuerzo es una piedra básica para que puedan aprender de ellos mismos, de cómo funciona su entorno, y por ende sentirse capaces.
La sobreprotección de los padres durante la niñez tiene sus consecuencias más severas en la juventud y especialmente en la adolescencia. En esta edad el niño se tiene que enfrentar por primera vez a lo que es. Se enfrenta a situaciones que debe resolver por el mismo. Comienza a formar parte de la sociedad que le va a exigir todo lo que es capaz de dar. Pero si el niño ha estado sobreprotegido desde su niñez a la llegada de la juventud difícilmente será capaz de asumir sus responsabilidades y adoptar el rol que le corresponde. Es entonces cuando pueden aparecer los episodios de estrés, ansiedad etc.
Por tanto, con el fin de no transmitir los miedos a nuestros hijos y evitar la sobreprotección, os dejo algunos consejos que os podrían ser útiles:
- Cuando el niño nos pida ayuda, lo esencial es darle las sugerencias con las que poder solucionar el problema él mismo, con sus propios recursos y por supuesto no juzgar la solución.
- Es normal que el niño cometa errores, pero no nos anticipemos para evitar el tropiezo. Lo positivo es hacerle ver que cada vez le van saliendo mejor las cosas.
- Tener paciencia. Hay que tomarse el tiempo necesario para permitir que el niño se desenvuelva solo.
- Conviene explicarle al niño las razones de nuestras acciones, de modo que pueda actuar por sí solo, aun cuando no haya un adulto a su lado que le indique cómo hacerlo.
- No le ahorremos sacrificios razonables. El niño puede perfectamente colaborar en tareas domésticas como poner la mesa, hacerse la cama, recoger su cuarto, sacar la basura o aprender a no dar excesiva importancia a una situación de incomodidad.
- Si su hijo es tímido, procuren que salga más de casa, que abra más su círculo de amistades, que comparta cosas etc., pero no forzándole, sino dándole ideas.
- Frente a situaciones que les puedan resultar complicadas, en lugar de evitarlas debemos prepararlos a través del diálogo.
- Debemos protegerles de los peligros verdaderos, pero sin llegar al extremo de convertirlos en personas temerosas.
El niño necesita probar, saborear sus éxitos, tratar de mejorar y alcanzar metas difíciles, competir, superar sus fracasos, y poder entender los sentimientos de los demás. Hay que prepararle para que pueda participar en la sociedad y para ello no hay que disminuirle la realidad cotidiana, hay que permitirle que descubra el significado de los triunfos, de las decepciones, de los gozos y de los desconsuelos, propios y ajenos.
Evitar que los niños sufran solucionando sus propios problemas, cuando ellos mismos los podrían solucionar, hace que los niños a corto plazo se sientan bien y protegidos, pero es un alivio temporal. Como hemos visto, esta situación hace que a largo plazo todos los miedos de los padres sobre el sufrimiento de sus hijos, se cumpla.
Proteger significa dejar que estos se equivoquen o sufran pero que sientan que sus padres están para ayudarles y apoyarles.
Por tanto no sobreprotejamos a nuestros hijos, protejámoslos.