Hace poco, mi amiga Alice volvió a Madrid de visita. Me contó lo mucho que le estaba costando adaptarse a vivir y trabajar en el Reino Unido (de donde son sus padres, donde nació ella, pero donde no ha vivido desde los dos años). Después de un agradable paseo por El Retiro, se dio cuenta de que le faltaba la cartera. Acudimos a la comisaría para denunciarlo, y esperé de pie mientras ella detallaba el contenido de la cartera sustraída: tarjeta bancaria de Reino Unido, abono de transporte de Madrid, abono de metro de París (donde residen actualmente sus padres), carnet de conducir del estado de Illinois (EE.UU.), tarjeta de la biblioteca de San Diego (EE.UU.) … El agente que le tomaba la declaración no pudo contenerse más y exclamó: «¡Vaya, eres una auténtica trotamundos!» y Alice contestó, «No, solo soy una niña de tercera cultura.»
¿Qué significa ser niño de tercera cultura?
Hoy en día, debido a la globalización, el término «niño de tercera cultura» se oye cada vez más. No obstante, mucha gente todavía desconoce este «colectivo cultural» que pasa desapercibido (en gran medida) por países de todo el mundo.
«Niño de Tercera Cultura» o TCK (por sus siglas en inglés), también conocido como Individuo de Tercera Cultura o Inmigrante Encubierto, es un término que intenta agrupar a personas que se criaron o pasaron una parte importante de sus años formativos en un país diferente al país de procedencia de sus padres (1). Algunos expertos incluyen también a los hijos de padres de distintas culturas; los niños que se criaron en varios países diferentes sin llegar a echar raíces en ninguno de ellos; o los que crecieron estudiando en el extranjero. Así pues, estaríamos hablando de expatriados, hijos de misioneros, hijos de diplomáticos o de profesionales de ámbitos internacionales… entre otros.
Su primera cultura es la de los padres, o la que han establecido como base de la vida cotidiana familiar. La segunda cultura es la del país donde se han criado (o del país de residencia), y la tercera es la que nace de la experiencia de vivir y manejar las otras dos. Esta última identidad cultural es producto de ser de ambas y de ninguna al mismo tiempo. No solo se deriva de la exposición a múltiples culturas, sino que se trata de la creación de una mezcla (añadiendo algo extra).
Por supuesto, no todos los TCK son iguales, ya que no han compartido las mismas vivencias ni vienen del miso trasfondo, pero desde luego que sí que se identifican con otros TCK (2), y desarrollan un sentimiento de compañerismo, de identidad compartida y comprensión mutua. Un adolescente estadounidense que se crio en China tiene más en común y se siente más afín al hijo adolescente de un diplomático francés que creció en Camerún, que con otro joven americano o chino.
¿Qué ventajas tiene ser niño de tercera cultura?
Estos son algunos pocos de los increíbles puntos fuertes que comparten la mayoría de los TCK:
- Inteligencia cultural: Para cuando terminan el bachillerato, los TCK han tenido la oportunidad de interactuar con personas de muchas culturas (amigos, compañeros de clase, vecinos, etc.), desarrollando por ello una notable capacidad de relacionarse con soltura, una mayor sensibilidad cultural y más amplia perspectiva global. Son más respetuosos de las diferencias culturales, siendo capaces de ponerse en el lugar de los otros y desarrollando la capacidad de construir puentes entre culturas. No es de extrañar que muchos de los mejores amigos de los TCK sean otros TCK o personas de entorno multicultural, siendo esto la norma para el resto de sus vidas. Mis dos hermanos son ejemplo de ello: uno está casado con una mujer china que conoció en California, y el otro se casará próximamente con una TCK de nacionalidad china que se crio en Japón.
- Flexibilidad: Debido a que la mayoría de TCK están continuamente expuestos a grandes cambios (mudanzas, colegios nuevos, amigos nuevos, etc.), tienden a adaptarse con mayor facilidad y adquieren una resiliencia o flexibilidad que les fortalece durante cambios vitales y momentos difíciles.
- Riqueza de conocimientos: Por lo general, los TCK han viajado más que otros chicos de su edad y han estado expuestos a un mínimo de dos experiencias culturales diferentes, cada una con su particular alijo cultural (literatura, historia, folclore, etc.).
- Facilidad lingüística: Muchos TCK son bilingües (¡los hay que dominan tres o cuatro idiomas!) y han estado expuestos a diversos sistemas fonéticos y tonales, lo cual sienta las bases para aprender más idiomas.
- Inserción laboral: A causa de todas estas características, los TCK son candidatos idóneos para muchos puestos. Habitualmente dejan boquiabiertos a los equipos de recursos humanos por sus conocimientos generales y su madurez.
¿Qué les puede costar más a los TCK?
Como ya se ha mencionado, no hay dos TCK iguales, pero muchos comparten alguno de los siguientes desafíos:
- ¿»Mi hogar»?: A la mayoría de TCK les cuesta definir dónde está su «hogar». No es solo que podrían mencionar varios posibles sitios, sino que para muchos no se han sentido «como en casa» en ninguno de los lugares donde han vivido. Para algunos el hogar es donde estén los padres y los hermanos (incluso si todavía no han visitado su nuevo destino).
- Identidad: Decididamente esto fue uno de los aspectos que más me costó a mí (¡y eso que tuve la suerte de ser una de cinco hermanos!). ¿Qué soy? ¿Americana? ¿Española? No me siento ni una ni otra al 100%. ¿Qué pasa cuando Estados Unidos se enfrenta a España para el oro olímpico? ¿Con quién voy? ¿Quién tiene mi lealtad? A veces, cuando les toca a los TCK volver a la cultura de la nacionalidad de sus padres, la que siempre les han dicho que es la suya, encuentran que no “encajan” bien, se sienten como unos extraños, aunque su apariencia sea como la de los demás. Aquí es donde se aplica el término «inmigrante encubierto». Muchos TCK buscan su identidad en personas, en lugar de países o nacionalidades.
- Desarraigo, incapacidad para echar raíces: Se refiere al hecho de que, debido a cómo han crecido, les cuesta quedarse en un único lugar, necesitando un cambio y «pasar página».
- Reticencia a implicarse emocionalmente: Después de un largo historial de perder amistades y otras relaciones interpersonales, o de ser los que “se quedan atrás”, los TCK se vuelven reacios a involucrarse en una relación significativa. ¿Para qué, si dentro de un par de años me volveré a mudar?
¿Todos los niños de tercera cultura necesitan o necesitarán terapia?
Por supuesto que no. Pero como ocurre con cualquier otro colectivo, algunos lo llevarán peor y en algún momento determinado puede ser beneficioso que trabajen con un terapeuta que esté familiarizado con los TCK y los desafíos a los que se pueden enfrentar. Además del refuerzo de identidad y el manejo del estrés, gran parte de mi trabajo como psicóloga con este colectivo gira alrededor del duelo no resuelto.
Muchos TCK tienen que mudarse cada pocos años y tienen que afrontar una serie de pérdidas importantes. No solo los amigos y familiares, sino también aspectos culturales con los que se identifican y que no estarán presentes en su nuevo entorno.
Además, los padres no sienten lo mismo y puede que no entiendan el duelo o no lo reconozcan como tal. A veces sencillamente hay una falta de tiempo para llevar a cabo un duelo en medio de tanto cambio (hacer las maletas, viajar, deshacer las maletas, empezar en un nuevo colegio, hacer nuevos amigos…).
¿Qué pueden hacer los padres para facilitar la transición?
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Hablar con los hijos sobre el concepto de ser de tercera cultura. Muchas veces experimentarán una sensación de alivio al saber que no están solos, que hay gente por todo el mundo que ha pasado o está pasando por lo mismo que ellos.
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Programar un tiempo antes del cambio para prepararse emocionalmente. Hablar de las cosas que van a echar de menos y de cómo les hace sentir. Ayudarles a recopilar las señas de los amigos y familiares que dejarán atrás. Involucrarles en el proceso de elegir una nueva casa o colegio (mostrar fotos, hacer una visita virtual a través de Google Earth…).
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Permitir un periodo después de la mudanza para el duelo. Muchas veces los padres reaccionan de forma muy natural ante un gran cambio concentrándose en lo positivo y animando a lo hijos a ver lo bueno de la situación, pensando que les ayudará. Animarles es bueno, pero también hay que acordarse de validar los sentimientos de dolor y pérdida. El duelo necesita ser reconocido y expresado.
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Ayudarles a mantener el contacto con la identidad que han incorporado de su anterior «hogar», ya que ahora forma parte importante de ellos. Continuar siguiendo algunas costumbres típicas y otros aspectos culturales que se habían adoptado de sus países anteriores (ciertas fiestas, comida tradicional, adornos, aromas, etc.). Animar a los hijos a seguir conectados con los amigos que han dejado atrás (organizar sesiones de Skype, preparar paquetes con obsequios, etc.)
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Buscar a otras familias multiculturales o TCK. Hacer amistades en el nuevo país es muy bueno, pero vuestros hijos también se beneficiarán si pueden relacionarse con otros chicos con los que pueden conectar a un nivel más profundo.
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Vigilar su progreso. Nadie conoce a vuestros hijos mejor que vosotros. Tener presente cómo les van afectando los cambios, sabiendo que el estrés y la tristeza son habituales durante las transiciones. Es importante tener una comunicación abierta con ellos, y si pensáis que están teniendo bastantes dificultades, sabed que hay profesionales que pueden ayudarles a procesar y ajustarse a los cambios, así como orientaros en cómo ayudarles en casa.