El amor es, sin duda, uno de los temas que más nos ha fascinado (y torturado, a partes iguales) desde el inicio de la civilización. Sin embargo, también es una de las grandes interrogantes científicas, ¿Cómo funciona el amor y, sobre todo, por qué nos enamoramos de quién nos enamoramos? En psicología una de las teorías que está buscando explicaciones, investigando y resolviendo, en parte, estos enigmas es la teoría del apego.

La belleza de esta teoría es que, si conocemos nuestro estilo de apego, podemos también resolver algunas de las contradicciones amorosas en las que caemos y acertar mejor en nuestras decisiones románticas. Como, por ejemplo: “¿por qué si, en general me considero una persona con confianza en mí mismo/a, en el momento en el que la persona que me gusta se muestra distante, me siento fatal y siento que no valgo nada?” o quizás otra persona se pregunte: “¿por qué si me enamoro con facilidad, cuando la relación empieza a estabilizarse, empiezo a encontrarle pegas y decido romper rápidamente?”

Primero, pongamos en contexto esta teoría: Inicialmente, el estudio del apego no estaba relacionado con las relaciones románticas sino con el vínculo que surge entre los bebés y sus madres/padres o cuidadores afectivos. Bowlby (1958), un psiquiatra inglés que trabajaba en un hospital con niños, acuñó este término al estudiar los efectos que la relación entre madre e hijo/a tenía en el desarrollo cognitivo, emocional y social del bebé. Aquellos niños que habían sido separados prematuramente de sus madres (porque, por ejemplo, se habían quedado huérfanos durante la segunda guerra mundial), incluso teniendo cubiertas sus necesidades físicas y nutricionales, sufrían graves consecuencias en su desarrollo cognitivo debido a la ausencia del contacto con su figura de apego.

Gracias a esta teoría aprendimos que, cuando nacemos necesitamos la protección de un adulto para que cubran nuestras necesidades físicas-como la alimentación y el abrigo- pero, sobre todo, para sentirnos queridos, atendidos y para que nos consuelen cuando se activa nuestro sistema nervioso y la respuesta del estrés.

No fue hasta mucho más adelante, a finales de los 80, cuando Cindy Hazan y Philip Shaver nos ayudaron a entender que la necesidad de apego no es algo exclusivo de los niños. La seguridad que sentimos o no, en nuestra relación romántica despierta también nuestros estilos de apego. Por decirlo de una manera sencilla, el apego que se crea en nuestra relación con nuestros padres, funciona como el molde para entender cómo relacionarnos y qué esperar de nuestras relaciones íntimas y sociales.

En este libro, ‘Maneras de amar’ de Levine y Heller (2010), analizan en profundidad cómo influye nuestro estilo de apego en las decisiones románticas que tomamos.

Las personas con un estilo de apego seguro de pequeños aprendieron que el mundo era un lugar estable, predecible y también que podían confiar en que las personas a su alrededor estarían disponibles para ellos siempre que los necesitaran. Por eso en sus relaciones románticas no suelen sentir muchas dudas, se sienten cómodos mostrándose vulnerables ante la persona que quieren y en general, se sienten merecedores de dicho afecto.

En cambio, las personas con un estilo de apego ansioso, se criaron en un ambiente en el que sus necesidades físicas y emocionales se satisfacían de manera ambivalente o intermitente: en ocasiones, estaban ahí para cuidarles y sus cuidadores afectivos entendían qué necesitaban, y en otros momentos, no estaban o no los sentían disponibles para ellos. Como sabemos que el objetivo primordial de los bebés es asegurar su proximidad a su figura de apego, los niños con un apego inseguro-ansioso, desarrollaron una estrategia muy adaptativa para conseguirlo: acercarse a su figura de apego, incluso cuando esta persona se alejaba. Ahora que somos adultos, si te identificas con este estilo, seguramente te critiques mucho porque cuando la persona que te gusta se muestra distante o ambivalente, su actitud genera mucha ansiedad dentro de ti y para calmarte buscas acercarte todavía más. Por favor, no te critiques ni te llames “desesperado/a”, recuerda, en el pasado, ésta fue una forma adaptativa de sobrevivir.

Las personas con un estilo de apego evitativo aprendieron que sus cuidadores pueden rechazarles o ser distantes con ellos. Por eso, aprendieron a sólo depender de ellos mismos y no contar con nadie más, porque si se confiaban demasiado, tenían miedo de ser decepcionados después. En sus relaciones románticas dicen querer intimidad y cercanía, se enamoran con facilidad, y no tienen dificulta en tener relaciones íntimas sexuales, sin embargo, en cuanto profundizan en una relación, les asusta perder su independencia y se muestran distantes.

Este libro ayuda a identificar nuestros estilos de apego y a partir de ese conocimiento, a tomar los pasos para buscar relaciones que “curen” nuestro estilo de apego. En concreto, se explora en profundidad las necesidades afectivas que cada estilo posee. Por ejemplo, las personas con un estilo de apego ansioso tendrán: necesidad de contacto frecuente, de estabilidad, de claridad respecto a lo que la otra persona siente, etc. Tener estas necesidades es totalmente válido y más que eso, es fundamental ser consciente de ellas y buscar relaciones románticas que estén alineadas con esas necesidades. Si somos capaces de validar nuestras necesidades, y comunicarlas abiertamente, podremos observar cómo reacciona nuestra pareja, si está preparada/o para cubrir nuestras necesidades (o no). Y, a partir de ahí será más sencillo, decidir priorizar relaciones con personas que nos ofrezcan una base segura y nos transmitan ese afecto y confianza que tanto necesitamos.

En este libro, ‘Maneras de amar’, de Levine podemos tener un primer acercamiento a la teoría del apego y cómo influye en nuestras relaciones románticas. Pero, en este libro, se quedan en el tintero varios temas, por ejemplo, en el libro no se reflejan ejemplos de relaciones LGTBQ+. Tampoco intenta ofrecer una explicación a cómo influenciarían los estilos de apego en relaciones poliamorosas o no monógamas.

En cualquier caso, espero que sea un buen comienzo para replantearte tus relaciones románticas, aprender a identificar tus patrones de elección de pareja y poner en el centro y validar siempre tus necesidades afectivas en una relación de pareja. ¡Buena suerte en este camino!

Lucía Largo
Departamento Psicológico, Psicoterapéutico y Coaching
Lucía Largo
Psicóloga
Adultos y adolescentes
Idiomas de trabajo: Español e inglés
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