AVISO: Este artículo contiene lenguaje obsoleto y patologizante de realidades que en ningún caso son consideradas trastornos por las asociaciones de psicología o psiquiatría de referencia a nivel nacional o internacional. El lenguaje utilizado en este artículo refleja la evolución que las instituciones académicas y sanitarias han tenido a lo largo de la historia y se incluye aquí para reflejar cómo el acercamiento de las instituciones a las reivindicaciones sociales influye la categorización de las realidades estudiadas.

Este artículo es una continuación del que recientemente publiqué sobre la evolución histórica de los diagnósticos que la Asociación Americana de Psiquiatría atribuyó a lo largo de los años a las personas con una orientación sexual no normativa. Es decir, con una orientación sexual distinta a la heterosexualidad.

El anterior artículo no tendría tanto sentido si no publicase también este justo después, pues la idea de escribir ambos es la de poder ver cómo la evolución de los diagnósticos asignados a personas con orientaciones sexuales no normativas es sorprendentemente parecida a la de los diagnósticos asignados a personas trans.

Evolución de los Diagnósticos Relacionados con la Transexualidad en los Manuales DSM de la Asociación Americana de Psiquiatría

Como en el anterior artículo, a continuación haré un repaso de los diferentes diagnósticos que la Asociación Americana de Psiquiatría ha adjudicado a las personas trans a lo largo de las diferentes ediciones del DSM.

DSM-I (1952)

En la primera edición del DSM no se menciona explícitamente la transexualidad.

DSM-II (1968)

El DSM-II propone una categoría para Trastornos Sexuales, si bien es limitada y mayormente enfocada a la homosexualidad y otros «desórdenes de desviación sexual». La transexualidad no está separada de otras realidades, sino que distintas formas de inconformidad con los roles de género se englobaron, de forma general, como Desviación Sexual.

DSM-III (1980)

El DSM-III representó un cambio significativo al introducir por primera vez el término «Trastorno de Identidad de Género» (GID, por sus siglas en inglés), definido como una incongruencia persistente entre el sexo biológico y la identidad de género experimentada o expresada por la persona. Este fue un primer intento de reconocer formalmente la transexualidad dentro de un marco clínico.

El diagnóstico de GID se clasificaba bajo un nuevo capítulo denominado «Trastornos Psicosexuales«, que incluía además otros trastornos relacionados con la sexualidad. Sin embargo, esta clasificación fue criticada por patologizar la identidad de género no congruente con el sexo asignado al nacer.

DSM-III-R (1987)

En la versión revisada del DSM-III (DSM-III-R), se mantuvo el diagnóstico de Trastorno de Identidad de Género, pero se realizaron algunas modificaciones en los criterios diagnósticos. La transexualidad seguía siendo vista como un trastorno mental.

DSM-IV (1994)

En el DSM-IV, se mantiene el Trastorno de Identidad de Género, pero se añaden distinciones para evaluaciones en niños, adolescentes y adultos. Esta categoría causó controversia debido a la implicación de que las variantes de género en la infancia fueran vistas como patológicas.

DSM-IV-TR (2000)

El DSM-IV fue revisado en 2000. Se mantuvo el diagnóstico de “Trastorno de Identidad de Género” con algunas modificaciones, manteniendo las categorías y criterios establecidos en la versión anterior. El manual seguía bajo la crítica de la comunidad trans y de activistas por seguir incluyendo a las realidades trans dentro de etiquetas patologizantes.

DSM-5 (2013)

La publicación del DSM-5 marcó un cambio importante en la forma en que la Asociación Americana de Psiquiatría aborda la transexualidad. El término «Trastorno de Identidad de Género» fue reemplazado por «Disforia de Género«. Este cambio se expone como un esfuerzo por reducir la estigmatización asociada con el diagnóstico, al enfatizar que no es la identidad de género en sí misma la que es problemática, sino el malestar significativo que puede experimentar una persona trans en el contexto actual.

Además, el DSM-5 introdujo criterios diagnósticos más detallados, diferenciando la disforia de género en niños de la experimentada en adolescentes y adultos. También se reconoció explícitamente que no todas las personas con incongruencia de género experimentan disforia significativa, con el fin de aclarar que la transexualidad ya no se ve inherentemente como un trastorno mental.

DSM-V-TR (2022)

El DSM-5-TR (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, Texto Revisado) supone una revisión del DSM-V, añadiendo pequeños cambios a la edición de 2013, incluyendo algunos cambios clave en relación con la disforia de género para reflejar mayor precisión y conocimiento de la realidad social de la que se habla:

  • El término "género deseado" ha sido reemplazado por "género experimentado", lo que subraya que la identidad de género es una experiencia interna y no solo un deseo de cambio.
  • La frase "procedimiento médico de cruce de sexo" ha sido actualizada a "procedimiento médico de afirmación de género", reflejando un enfoque más respetuoso y afirmativo hacia las intervenciones médicas relacionadas con la identidad de género.
  • Se ha modificado el lenguaje referente al sexo asignado al nacer. Los términos "varón natal" y "mujer natal" ahora se describen como "persona asignada como varón al nacer" o "persona asignada como mujer al nacer", lo cual refuerza la distinción entre sexo asignado y género experimentado.
Evolución de los Diagnósticos Relacionados con la Transexualidad 2

Perspectivas futuras

La evolución del diagnóstico relacionado con la transexualidad en los manuales del DSM refleja un proceso continuo de revisión y actualización conforme avanza la comprensión sobre la diversidad de género. Se espera que futuras revisiones sigan despatologizando las identidades trans y se enfoquen más en ofrecer un marco de apoyo para aquellas personas que experimentan disforia de género, más que en clasificarlas dentro de un contexto patológico.

La categoría actual de “Disforia de Género” no está libre de controversia pues recibe críticas similares a las que la categoría de “Homosexualidad Egodistónica” recibió en su época. También hay argumentos, de un corte más práctico, a favor de la misma por la exigencia de aseguradoras y servicios de salud de la presencia de un diagnóstico que justifique intervenciones de reafirmación de género en personas trans. Sin embargo, hay quien argumenta que ya existen condiciones naturales, como el embarazo, que requieren de intervenciones médicas sin necesidad de un diagnóstico patologizante, por lo que la misma lógica podría aplicarse a las intervenciones orientadas a mejorar la calidad de vida de las personas trans.

Sobre el autor

Jorge Jiménez Castillo es psicólogo en SINEWS, donde ejerce en inglés y español. Trabaja a diario con población local e internacional y tiene un largo historial estudiando la realidad del colectivo LGTBIQ+ dentro y fuera de la clínica. Trabaja desde un enfoque cognitivo-conductual con intervenciones basadas en la evidencia y considera que para dar una atención psicológica de calidad hay que conocer las desigualdades que atraviesan a los usuarios y explorar cómo interseccionan entre ellas.

Jorge Jiménez Castillo
Departamento Psicológico, Psicoterapéutico y Coaching
Jorge Jiménez Castillo
Psicólogo
Adultos y adolescentes
Idiomas de trabajo: Español e inglés
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