AVISO: Este artículo contiene lenguaje obsoleto y patologizante de realidades que en ningún caso son consideradas trastornos por las asociaciones de psicología o psiquiatría de referencia a nivel nacional o internacional. El lenguaje utilizado en este artículo refleja la evolución que las instituciones académicas y sanitarias han tenido a lo largo de la historia y se incluye aquí para reflejar cómo el acercamiento de las instituciones a las reivindicaciones sociales influye la categorización de las realidades estudiadas.

Como suele pasar con las ideas que parecen propias, no tengo claro si los planteamientos de los que parten este artículo y el siguiente que publicaré como continuación del mismo son de cosecha propia o el resultado de haberlo leído al respecto en algún lado. Probablemente lo segundo, por lo que agradezco enormemente a todas las personas que escriben sobre derechos y la importancia de una práctica ética dentro de las instituciones.

Hace tiempo que tengo claro que la originalidad está sobrevalorada y, si alguien tiene buenas ideas, es mejor escucharlas, interiorizarlas y elaborarlas para que puedas ampliarlas de forma que tengan sentido dentro de tu propia visión del mundo y, en mi caso, la evidencia científica de la que dispongo. Así, pido disculpas por no citar autores en estos artículos, pero me es difícil señalar a alguien en específico. Sin embargo, sí que me gustaría hacer mención a Devon Price, un psicólogo social que hace una increíble labor de divulgación. Puede parecer sorprendente que yo, como psicólogo sanitario que hace terapia en una clínica, mencione a un psicólogo social como persona de referencia para temas relevantes sobre mi trabajo. Sin embargo, por mi afán de hacer un trabajo basado en la evidencia, conceptualizo mi trabajo en consulta desde el análisis de conducta, al ser un enfoque centrado en la interacción de la persona con su entorno. Por lo tanto, quién mejor para ayudarme a ampliar mis horizontes que un experto en el campo de la psicología social.

Desde que caí en la cuenta, pienso recurrentemente en que la evolución de las etiquetas diagnósticas atribuidas a las realidades de las personas trans es asombrosamente similar a la de las etiquetas atribuidas a las personas con orientaciones sexuales no normativas. La despatologización de la gente no heterosexual es algo ampliamente aceptado desde hace tiempo por todas las instituciones de psicología y medicina, pero aunque la despatologización de las personas trans sigue el mismo camino, aún seguimos sin haber llegado a completar dicho proceso debido en gran parte, creo yo, a que la sociedad aún no ha terminado de entender y aceptar la existencia de personas que se identifican con un género distinto al asignado al nacer en base a sus genitales.

Los diagnósticos incluidos en el DSM (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría) y otras clasificaciones son producto de su época, pues reflejan los intereses de la sociedad y los paradigmas más aceptados por los psiquiatras en el momento de su publicación. Así, he decidido hacer una comparación de la evolución de los diagnósticos asignados a la homosexualidad (y otras orientaciones sexuales no heterosexuales) y a las realidades trans.

Evolución de los diagnósticos asociados con la homosexualidad

Las diferentes ediciones del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM, por sus siglas en inglés) han clasificado de forma diferente la realidad de las personas homosexuales, reflejando cambios en la percepción social de la homosexualidad con el paso del tiempo.

DSM-I (1952)

«Trastorno sociopático de la personalidad – Desviaciones sexuales»: En la primera edición del DSM, escrita en 1952, se atribuye a las personas homosexuales un Trastorno Sociopático de la Personalidad, dentro de la subcategoría de “Desviaciones Sexuales”, reflejando un claro sesgo negativo hacia ellas.

DSM-II (1968)

La homosexualidad sigue incluida dentro de las “Desviaciones Sexuales” en el DSM-II. Sin embargo, esta vez se añaden diferentes subcategorías de realidades clasificadas como desviaciones sexuales. Así, la homosexualidad aparece en esta edición junto a categorías como el fetichismo, tavestismo, pedofilia y sadismo, entre otras.

Presión para el Cambio: Durante la década de 1960 y principios de 1970, debido al creciente movimiento de derechos civiles y la presión que activistas LGBT ejercen, la gente de a pie y los profesionales empiezan a hablar de la posibilidad de eliminar la homosexualidad como diagnóstico psiquiátrico.

DSM

Eliminación de la Homosexualidad del DSM-II (1973):

En 1973, la Junta de Directores de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) toma la decisión de eliminar la homosexualidad como un trastorno mental tras una votación. En su lugar, se crea una nueva categoría, la de “Perturbaciones de la Orientación Sexual”. Esta nueva etiqueta no interpreta a la homosexualidad como un trastorno en sí misma, sino que sirve como diagnóstico para las personas homosexuales que se sienten en conflicto con su orientación sexual.

DSM-III (1980)

En la tercera edición del DSM, la anterior categoría «Perturbación de la Orientación Sexual» es sustituida por la nueva etiqueta de «Homosexualidad Egodistónica», asignada a personas a las que su orientación sexual les causaba angustia y tenían deseos de cambiarla.

DSM-III-R (1987)

En la revisión del DSM-III se procede a la Eliminación de la Homosexualidad Egodistónica como diagnóstico. Sin embargo, sigue siendo posible asignar un diagnóstico a las personas que experimenten malestar persistente, causado por la propia orientación sexual. Para ello, se incluye esta realidad dentro de “Trastornos sexuales no especificados”, una categoría más laxa.

DSM-IV (1994)

A partir de la cuarta edición del manual, se elimina completamente cualquier alusión a la homosexualidad como un trastorno mental, al entenderse que la diversidad sexual es parte de la variabilidad humana normal. El sufrimiento relacionado con la condición sexual propia deja de tener una categoría concreta, al entenderse que una etiqueta específica para gente con orientaciones sexuales no normativas puede ser estigmatizante y que una persona puede sufrir por muchos motivos diferentes, por lo que no es necesario crear tantas subcategorías.

Homosexualidad

Implicaciones y Reflexiones

Si bien en la cronología presentada más arriba se resumen los cambios técnicos en el manual de la Asociación Americana de Psiquiatría, cabe decir que estos cambios fueron claramente influenciados por las duras críticas que recibieron los diagnósticos arriba mencionados. A los profesionales que crearon dichas categorías diagnósticas se les reprochó, entre otras cosas, la falta de rigurosidad científica de las teorías en que se basaron para justificar su inclusión.

Considero muy importante el reconocimiento de la labor de quienes tanto dentro como fuera de las instituciones de psicología y psiquiatría hicieron por facilitar estos cambios.

Gracias a quienes mantienen una actitud crítica antes las instituciones y quienes hacen ver que la ciencia y sus aplicaciones prácticas están influenciadas por las realidades sociales de la época.

Sobre el autor

Jorge Jiménez Castillo es psicólogo en SINEWS, donde ejerce en inglés y español. Trabaja a diario con población local e internacional y tiene un largo historial estudiando la realidad del colectivo LGTBIQ+ dentro y fuera de la clínica. Trabaja desde un enfoque cognitivo-conductual con intervenciones basadas en la evidencia y considera que para dar una atención psicológica de calidad hay que conocer las desigualdades que atraviesan a los usuarios y explorar cómo interseccionan entre ellas.

Jorge Jiménez Castillo
Departamento Psicológico, Psicoterapéutico y Coaching
Jorge Jiménez Castillo
Psicólogo
Adultos y adolescentes
Idiomas de trabajo: Español e inglés
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