Las autolesiones se han convertido en un problema de salud pública en la adolescencia y un fenómeno creciente en otras edades; están presentes en libros, películas y redes sociales, hasta el punto que Instagram, por ejemplo, no permite su difusión: no tendría sentido prohibir lo que no existe, y los estudios arrojan cifras pavorosas de prevalencia, con un incremento exponencial en los últimos 10 años.
Estas líneas que siguen intentan arrojar luz sobre esta conducta utilizando el modelo periodístico de las «6 W»: qué, quién, cuándo, cómo, por qué y dónde.
Qué
La autolesión (o lesión autoinfligida) se define como el acto llevado a cabo por una persona con el fin de hacerse daño a sí misma. Puede asociarse con diversos grados de intención suicida, pero este artículo se limita a la autolesión no suicida al entender, como muchos otros autores, que corresponden a entidades diferentes. Hay que tener en cuenta que las autolesiones y el suicidio sí están relacionados: se calcula que las personas que se autolesionan tienen un riesgo 4 veces mayor de llevar a cabo un intento de suicidio y 1,5 de suicidarse. Esto nos da una idea de la importancia del problema.
En aras de la brevedad, no obstante, el término elegido en este artículo es autolesiones sin especificar, y especialmente en la población adolescente por frecuencia.
Así pues, por definición, los siguientes elementos NO son autolesiones:
- Actos con intención suicida, independientemente del resultado final.
- Prácticas socialmente aceptadas: tatuajes, piercings, rituales religiosos.
- Lesiones accidentales.
- Autolesión indirecta mediante comportamientos tales como trastornos de la conducta alimentaria (anorexia y bulimia) o consumo de sustancias (alcohol, tabaco, otras drogas).
Quién:
Los datos de prevalencia obtenidos de estudios comunitarios agrupados nos indican que el 17% de los adolescentes (10-17 años), 13% de adultos jóvenes (18-24%) y 6% de los adultos (edad ≥ 25 años) se han autolesionado alguna vez. En población clínica (pacientes psiquiátricos adolescentes) las cifras escalan a un 50-75%.
- Sexo (binario): no hay grandes diferencias; algunos estudios arrojan una discreta mayoría femenina.
- Grupos minoritarios sexuales y de género: comparado con adolescentes identificados como heterosexuales, la prevalencia de autolesiones es mayor en aquellos que dudan de su orientación sexual o se identifican como gais, lesbianas o bisexuales. Además, los estudios indican que las autolesiones son más prevalentes en adolescentes trans.
- Raza/etnia: sin diferencias consistentes. Esta conducta aparece en personas de todos los grupos étnicos.
- Factores de riesgo: recordemos antes de nada que los factores de riesgo son aquellos que los estudios han identificado como asociados con más frecuencia a la conducta en cuestión, pero jamás al 100%. En las autolesiones se han identificado los siguientes:
-
- Antecedentes de autolesiones.
- Trastornos de personalidad del grupo B (límite, histriónico, narcisista, antisocial).
- Desesperanza.
- Psicopatología: depresión, trastornos de la conducta alimentaria, problemas emocionales (afecto deprimido, aislamiento social), problemas comportamentales (agresiones, delincuencia, consumo de sustancias).
- Problemas de sueño, desregulación afectiva, malestar emocional, impulsividad.
- Antecedentes de malos tratos infantiles.
- Acontecimientos vitales estresantes o negativos, incluidos el acoso escolar (bullying) y victimización por iguales.
- Exposición a autolesiones de amigos y compañeros.
- Padres con problemas psiquiátricos.
- Disfunción familiar.
- FACTORES PROTECTORES: curiosamente, sobre este apartado hay mucha menos investigación. Los factores que podrían proteger a los adolescentes son autoestima, consideración hacia uno mismo, rasgos de personalidad (agradable, cálido y amigable; cuidadoso y vigilante) y satisfacción con el apoyo social. En los adolescentes pertenecientes a minorías sexuales se han identificado como posibles protectores el sentimiento de tener conexión con otros (padres, otros adultos y amigos) y sentirse seguro en el entorno académico.
Cuándo
En las autolesiones, como en casi todo, la edad sí importa: típicamente comienzan entre los 12 y 14 años de edad. El inicio antes de los 12 años es posible, pero casi nunca se produce en niños menores de 7 años. Además, la aparición de autolesiones en menores de 12 años se asocia con una frecuencia mayor de los actos, con más métodos autolesivos y más asistencias hospitalarias secundarias a ellos.
Muchas de las personas que se autolesionan lo hacen solo una vez, y la mayor parte de aquellas que tuvieron este comportamiento de adolescentes dejan de hacerlo al final de la adolescencia/comienzo de la etapa adulta. Además, es más frecuente que las mujeres continúen autolesionándose de adultas que los hombres.
En lo que respecta al momento en que se producen las autolesiones en la inmensa mayoría de los casos suceden en soledad, y en respuesta a ciertos desencadenantes expuestos en la sección del «por qué».
Cómo
Los personas que se autolesionan utilizan diversos métodos:
- Cortes en la piel con objetos afilados, como cuchillos, navajas o cuchillas de afeitar. Suelen sangrar y en último término es posible que la piel quede marcada por cicatrices lineales paralelas. Este es el método más frecuente de autolesiones: se estima que es el elegido por el 70-90% de las personas que se autolesionan.
- Marcar palabras o símbolos en la piel.
- Quemaduras con cigarrillos y otros objetos.
- Golpes de la cabeza y otras partes del cuerpo.
- Rascarse hasta sangrar.
- Morderse hasta hacerse sangre.
- Frotar la piel con superficies rugosas.
- Interferir con la cicatrización de heridas (arrancarse costras, p. ej.).
Las autolesiones suelen producirse en brazos, manos, muñecas y muslos, aunque pueden ser en cualquier parte del cuerpo: las mujeres refieren autolesionarse más en brazos, muñecas y muslos, y es característico que no lo hagan en cara, genitales ni pechos, mientras que los hombres eligen pecho, cara, genitales y manos.
La mayoría de las lesiones son superficiales y no requieren tratamiento médico, aunque en ocasiones las personas se lesionan más gravemente de lo que pretendían. Es llamativa la menor sensibilidad al dolor físico: el umbral de dolor es mayor, toleran más el dolor y su intensidad es menor, comparado con aquellos que no se autolesionan. Muchos (33-50%) no sienten ningún dolor con las autolesiones, pero otros lo consideran una recompensa/refuerzo.
Por qué
Esta es la pregunta más importante, con la esperanza de que conocer el porqué nos acerque a ayudar a estas personas, y más difícil de contestar, ya que muchas veces no somos capaces de explicar los motivos de nuestras conductas.
Aún así, numerosos estudios han intentado dar respuesta a esta pregunta, examinando los factores y lo que sucede justo antes y después, y se ha construido un modelo empírico con cuatro «funciones» primarias; las autolesiones estarían causadas y mantenidas por el menos una (habitualmente más) de las siguientes:
- Refuerzo intrapersonal negativo: la autolesión reduce (regula) pensamientos y emociones negativos y aversivos como el enfado, la tristeza y la ansiedad.
- Refuerzo intrapersonal positivo: esta conducta genera sentimientos y pensamientos deseados (p. ej., sentir algo «aunque sea dolor», o satisfacción por el castigo autoinfligido).
- Refuerzo social negativo: la autolesión facilita la huida de demandas sociales no deseadas y situaciones sociales insoportables (p. ej., se permite al estudiante quedarse en casa).
- Refuerzo social positivo: provoca una respuesta positiva de los demás, como atención o apoyo de la familia y amigos.
La mayoría de las personas refieren que se autolesionan como forma de regulación afectiva, para gestionar emociones negativas, con el peligro intrínseco de repetición de la conducta, haciéndose «adictos» a la misma. Además, estos factores colaboran en las autolesiones:
- Estilo atribucional y desesperanza: los jóvenes más vulnerables a las autolesiones son aquellos que responden a los acontecimientos vitales negativos con atribuciones internas (más que externas), estables (no transitorias) y globales (no específicas). Por ejemplo, tras una ruptura sentimental, atribuyen esta exclusivamente a sus propios fallos que perciben como déficits estables y pueden hacer que nunca tengan una relación apropiada (globales).
- Autocrítica: múltiples estudios ligan la autocrítica a las autolesiones; otros términos usados son autoimagen o autoevaluación negativa, asco y odio hacia uno mismo.
- Identificación implícita: con el tiempo, estas personas desarrollan una gran asociación con las autolesiones, de modo que eligen esta conducta en situaciones de malestar en vez de estrategias de afrontamiento más adaptativas.
- Factores sociales: en las autolesiones se han implicado malos tratos infantiles y diversas influencias del grupo de referencia, desde el acoso escolar (bullying), la soledad y el aislamiento social o pérdidas de personas relevantes hasta ser víctima del grupo (incluido el llamado cyberbullying) y el contagio social (¡cuidado con las modas!).
- Factores biológicos: algunos trabajos ponen de manifiesto influencias genéticas, alteraciones del sistema opioide, el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal y ciertas áreas cerebrales.
Dónde
Me vais a permitir una pequeña trampa y transformar el dónde de las autolesiones por «dónde tratarlas», es decir, su tratamiento, si es que merecen alguno (recordemos que buena parte de las autolesiones solo se producen una vez). Una cuestión muy importante es la actitud de amigos, familia, otros adultos y profesionales ante las autolesiones: aquí también, «en el punto medio está la virtud»; no hay que banalizarlas porque son sin duda importantes, pero tampoco deben tener la misma consideración que los delitos o un intento de suicidio.
Lo más razonable es realizar una evaluación en todas las personas con autolesiones: según los resultados de esta, se planteará:
- Ningún tratamiento / seguimiento.
- Tratamiento psicológico, por lo general de estirpe cognitivo-conductual.
- Tratamiento psiquiátrico con fármacos: aunque no hay ningún fármaco eficaz en las autolesiones, los medicamentos sí son muy útiles en los cuadros subyacentes (ansiedad y depresión).
Un resumen muy breve: las autolesiones son un problema creciente, que comienza en la primera adolescencia y en un porcentaje no desdeñable se mantiene en la etapa adulta, secundarias a sentimientos de malestar que tienen como fin lograr una regulación emocional, con el riesgo de convertirse en adictivas y sustituir a otras estrategias de afrontamiento más adaptativas, y que además no conviene dejar desatendidas por este motivo y por su asociación con los intentos de suicidio.
Si este es tu caso, o el de alguien que conoces, recuerda que en Sinews estamos para ayudarte.
Sobre la autora
Alicia Fraile es psiquiatra en SINEWS con más de 20 años de experiencia en psiquiatría clínica general. Ha trabajado en daño cerebral, Centros de Salud Mental, psiquiatría laboral, accidentes de trabajo y su repercusión en psiquiatría (trastorno de estrés postraumático, trastornos adaptativos), pacientes con problemas de salud crónicos y por supuesto con los cuadros más frecuentes de nuestro campo: ansiedad, depresión, insomnio, trastorno obsesivo-compulsivo.