¿Cómo saber si tengo un problema con el alcohol?
Si te preguntas cuál es la línea que separa un consumo de bajo riesgo de una adicción al alcohol, este artículo es para ti.
El consumo problemático de alcohol presenta un desafío con distintas caras en nuestra sociedad. Puede ser definido por la combinación de diferentes criterios dando lugar a personas con hábitos de consumo muy diversos, pero con un problema común: dificultades para controlar la bebida y consecuencias negativas en su vida por ello. Existen también distintos grados de severidad en los problemas con el alcohol, pero todos comparten la pérdida de libertad de la persona en favor del alcohol.
Se estima que alrededor de un 5% de la población de España podría tener un problema con el consumo de alcohol. Por ello, es fundamental incrementar la visibilidad de este trastorno y que sea más fácilmente detectable para ser atajado cuanto antes.
Cualquier diagnóstico debe ser realizado por un profesional de la salud mental, si te identificas con los siguientes puntos, pide ayuda a un profesional de la psicología especialista en adicciones.
Señales que muestran que puedes tener un problema con el alcohol
Puedes tener un problema con el alcohol si cumples 2 o más de los siguientes criterios durante el mismo período de 12 meses:
1. Beber mayor cantidad o durante más tiempo de lo deseado.
Este criterio hace referencia a la incapacidad de controlar la conducta de beber o la cantidad de bebidas durante un año. Si se termina bebiendo en más ocasiones o más cantidades de las previstas puede ser un signo que indique problemas con el alcohol. Algunas personas con este problema tratan de minimizar la importancia de las consecuencias de su consumo, ocultar a otros lo que beben o reconocer solo una parte de los consumos entre otras muchas conductas de enmascaramiento. Es común también la negación respecto al control sobre el consumo como mecanismo de protección ante las consecuencias negativas del consumo.
2. Haber intentado reducir o detener el consumo de alcohol sin éxito.
Los intentos para reducir o detener el consumo pueden abarcar desde compromisos con familiares y amigos hasta prometerse a uno mismo que no vuelve a beber una mañana de resaca. Cuando durante muchos intentos no se consigue controlar el consumo, es común que el alcohólico normalice y adapte su vida al alcohol, haciendo que este ocupe más lugar que antes.
Las dificultades para detener el consumo son debidas a la aparición de síntomas del síndrome de abstinencia o craving al intentar descontinuar el consumo. El síndrome de abstinencia puede ser tanto físico en casos graves (temblores, sudores, etc.) como psicológico (irritabilidad, deseo de consumo, apatía, etc.). Cuando el cerebro se adapta a abusos de alcohol habituales, se acostumbra a altos niveles de placer en forma de dopamina (la hormona del placer). El cerebro manda señales para retomar el consumo en forma de síntomas del síndrome de abstinencia cuando tiene falta dopamina. Además, el alcohol puede empezar a instaurarse como recurso de la persona para afrontar distintas situaciones o emociones desagradable, reforzando su problema.
El cerebro produce síntomas como irritabilidad, tristeza, apatía para que la persona mantenga el consumo para regularlos. Se producen pensamientos de consumo asociados a esas emociones, resultando en recaídas en el consumo en las personas con un consumo problemático. El síndrome de abstinencia tiene un importante correlato biológico, ya que la parte más primitiva y emocional del cerebro “secuestra” a la parte más racional y planificadora para continuar bebiendo.
3. Emplear mucho tiempo bebiendo o recuperándose del consumo de alcohol.
En este criterio se contabilizaría tanto el tiempo que se emplea para el consumo de alcohol como el que se emplea para recuperarse de sus efectos, ya sea durmiendo, descansando o siendo improductivo por la resaca (impidiendo realizar tareas del hogar o el autocuidado, por ejemplo). Se experimentan emociones desagradables debido a la incapacidad para controlar el consumo que suelen producir ganas de intentar detenerlo, pero la persona tiene dificultades para mantener la motivación una vez que aparecen los síntomas del síndrome de abstinencia.
Cuando el consumo es muy recurrente, podría provocar aislamiento de su entorno y pasar más tiempo para beber en casa, bares, con amigos de consumo, etc.
Se convierte en un hábito en la vida de la persona, aunque no hace falta beber todos los días, tener lagunas mentales o beber hasta vomitar para tener un importante problema con el alcohol. Además, mucha gente presenta patrones de consumo problemático que no son a diario, como los bebedores de fin de semana, por ejemplo.
4. Episodios de deseo intenso por beber que dificultan pensar en otra cosa.
Se trata de episodios de craving o ansia por consumir. Se caracterizan por ser periodos de breve duración en los que la persona experimenta ansiedad acompañada al deseo de consumir. Pueden durar desde segundos hasta alrededor de 1 hora y aparecer acompañados por otras emociones. Por ejemplo, la persona puede sentir el craving acompañado de enfado por no poder consumir o no encontrarse a gusto. O podría sentir craving acompañado de tristeza o culpa por no poder controlar su consumo de alcohol con éxito. Estos episodios pueden aparecer hasta meses después de haber abandonado el consumo.
5. Problemas laborales, escolares o del cuidado de la familia o las tareas del hogar relacionados con beber o con recuperarse de sus efectos.
Estos problemas pueden variar desde negligencias graves hasta despistes. Acudir tarde a trabajar, faltar a clases, llegar tarde, o no acudir a compromisos o evitar llamadas, serían algunos ejemplos. También se ven afectados hábitos relacionados con cuidado de la familia o el autocuidado personal como el aseo personal o la alimentación.
6. Haber seguido bebiendo a pesar de que ocasionara problemas con familia o amigos.
Es común que las personas que tienen problemas con el alcohol hayan tenido al menos alguna llamada de atención por parte de sus familias, parejas o amigos. Tras ello pueden sucederse una serie de conversaciones o promesas de controlar el consumo durante meses o años hasta que gente cercana se aleja en casos de larga duración o severidad. La motivación para dejar de beber de la propia persona es lo único que puede hacerla cambiar, lo cual puede ser muy frustrante para familiares o amigos.
7. Abandonar actividades placenteras por beber.
Cuando el hábito de beber se empieza a expandir en la vida de la persona, empieza a sustituir a otras actividades placenteras. Es común dejar de lado actividades durante los fines de semana por emplear gran parte de tiempo en actividades relacionadas con el alcohol. O cambiar hábitos a favor del alcohol en las horas siguientes a terminar de trabajar, por ejemplo. Cuando se consigue abandonar el consumo, encontrar otras actividades placenteras que ocupen el tiempo que antes ocupaba el consumo suele ser un gran desafío. A nivel neurobiológico es complicado el ajuste a otras actividades debido a una menor estimulación del centro de la recompensa comparado a la que produce el consumo de alcohol.
8. Realizar actividades de riesgo bajo los efectos del alcohol (conducir, nadar, mantener sexo sin protección, caminar por una zona peligrosa o utilizar maquinaria).
Al consumir alcohol es común que se produzca una desinhibición de la conducta, gracias a una menor percepción del riesgo, por ello, se toman más riesgos de lo normal bajo los efectos del alcohol. Cuando el hábito está muy establecido se normalizan muchas conductas de riesgo, como conducir bajo los efectos del alcohol, utilizar maquinaria o trabajar de resaca, entre muchas otras.
9. Beber a pesar de que le haga sentir deprimido, ansioso o le añada problemas de salud o lagunas mentales.
Debido al refuerzo negativo que se produce en las adicciones, es común recurrir a la conducta de beber para dejar de sentir emociones desagradables como la culpa, la tristeza, las dudas, el miedo o la ansiedad, entre otras. Esto perpetúa y refuerza la conducta de beber, empeorando la conducta. Las dificultades emocionales que el alcohol provoca en la vida de las personas pueden ser minimizadas debido a que la persona percibe que puede ayudar a gestionar las emociones ya que la ayudar a sentirse mejor al desaparecer los síntomas del craving, perpetuando el problema.
10. Beber mucho más que en antes para generar un efecto similar o notar que la misma cantidad de bebida tiene mucho menos efectos que antes.
Esto es debido a la tolerancia adquirida hacia el alcohol. La cantidad que antes parecía mucho se convierte en poco a lo largo del tiempo. El cerebro se va acostumbrando a las cantidades de alcohol, provocando que la persona vaya aumentando el consumo para seguir obteniendo el efecto deseado. La tolerancia se debe a la regulación al alza de los receptores dopaminérgicos en el circuito de la recompensa del cerebro entre otros muchos factores de adaptación en la metabolización del alcohol que ocurren en el cuerpo.
11. Tener síntomas de abstinencia cuando desaparece el efecto del alcohol como problemas para dormir, temblores, inquietud, náuseas, sudoración, el corazón acelerado, convulsiones o percibir cosas que no estaban ahí.
El abuso del alcohol puede provocar síntomas de abstinencia físicos o psicológicos como problemas para dormir, temblores, inquietud, náuseas, sudoración, pulso acelerado, convulsiones o percibir cosas que no están ahí. La presencia de estos síntomas suele indicar que el problema que presenta la persona con el alcohol tiene una severidad considerable.
¿Cuántas bebidas implican un consumo de riesgo?
El consumo equivalente de unas 4 cervezas/día para hombres o 2-2,5 cervezas para mujeres nos indica un consumo de riesgo de alcohol.
Se puede calcular la suma teniendo en cuenta las bebidas promedio a lo largo de la semana o mes ya que algunos días bebe más que en otros. Las personas con problemas con el alcohol habitualmente realizan un consumo por atracón o binge drinking. El término binge drinking sirve para definir al modo de consumo en el que se consumen bebidas a mayor velocidad para obtener un efecto mayor, por ejemplo: beber unas bebidas rápidas antes de realizar cualquier actividad como volver a casa después de trabajar, entrar al trabajo, entrar a una discoteca, etc.
Además, las personas que cumplen los criterios para el trastorno por uso de alcohol suelen presentar otros trastornos como los de ansiedad o trastornos afectivos, entre muchos otros. En cuanto a rasgos de la personalidad, la impulsividad y la búsqueda de sensaciones son más prevalentes en personas que están en tratamiento por alcoholismo que en la población general.
El Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar emplea las Unidades de Bebida Estándar para indicar a la población los niveles de riesgo con el consumo de alcohol: “Una Unidad de Bebida Estándar (UBE) de alcohol, en España equivale a 10 gramos de alcohol que es, aproximadamente, el contenido medio de un vaso de vino de 100 ml de 13 grados, 1 vaso de 300 ml de cerveza de 4 grados o 30 ml de licor de 40 grados”. En la actualidad, emplean estos criterios para determinar un consumo de riesgo:
1) Obtener en el Cuestionario AUDIT: > 7 puntos en varones, > 5 en mujeres.
2) Consumo de 40 g/d (4 UBEs/día) en hombres y > 20-25 g/d (2-2,5 UBEs/día) en mujeres.
Según el DSM–5, cualquier persona que cumpla con 2 de los 11 criterios durante el mismo período de 12 meses recibiría un diagnóstico de trastorno por uso de alcohol. La intensidad —leve, moderada o intensa— se basa en el número de criterios que se cumplen:
- Beber mayor cantidad o durante más tiempo de lo deseado inicialmente.
- Haber intentado reducir o detener el consumo de alcohol sin éxito.
- Emplear mucho tiempo bebiendo o recuperándose del consumo de alcohol.
- Episodios de deseo intenso por beber que dificultan pensar en otra cosa.
- Problemas laborales, escolares o del cuidado de la familia o las tareas del hogar relacionados con beber o con recuperarse de sus efectos.
- Haber seguido bebiendo a pesar de que ocasionara problemas con familia o amigos.
- Abandonar actividades placenteras por beber.
- Realizar actividades de riesgo bajo los efectos del alcohol (conducir, nadar, mantener sexo sin protección, caminar por una zona peligrosa o utilizar maquinaria).
- Beber a pesar de que le haga sentir deprimido, ansioso o le añada problemas de salud o lagunas mentales.
- Beber mucho más que en antes para generar un efecto similar o notar que la misma cantidad de bebida tiene mucho menos efectos que antes.
- Tener síntomas de abstinencia cuando desaparece el efecto del alcohol como problemas para dormir, temblores, inquietud, náuseas, sudoración, el corazón acelerado, convulsiones o percibir cosas que no estaban ahí.
Sobre el autor
Héctor Pastor Pardo es psicólogo general sanitario, especialista en adicciones y terapia individual y de pareja. Formado en terapias de tercera generación y con un enfoque cognitivo conductual e integrador, su actividad principal se encuentra en el tratamiento de adultos y parejas.
Departamento Psicológico, Psicoterapéutico y Coaching
Psicólogo
Adultos y parejas
Idiomas de trabajo: Español e inglés