«No supe lo que era la felicidad hasta que tomé sertralina».
«Antes de la paroxetina tenía ataques de pánico todos los días, no conseguía salir de casa».
«El escitalopram me ha permitido mejorar lo suficiente como para participar activamente en la psicoterapia».
Estas frases, y otras muchas que los psiquiatras escuchamos en consulta con frecuencia ponen de relieve la utilidad de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), los fármacos antidepresivos más prescritos en la actualidad aunque, como señalaremos después, no solo se usan en la depresión.
Estos son los ISRS, por orden de aparición:
- Fluvoxamina (Dumirox).
- Fluoxetina (Prozac, Adofen).
- Citalopram (Prisdal).
- Paroxetina (Seroxat, Motivan).
- Sertralina (Besitran, Aremis).
- Escitalopram (Cipralex, Esertia).
Y sus indicaciones:
- Depresión.
- Trastorno de ansiedad generalizada.
- Trastorno de ansiedad social.
- Trastorno de pánico.
- Trastorno obsesivo-compulsivo.
- Trastorno de estrés postraumático.
Los primeros empezaron a utilizarse a finales de la década de los ochenta, especialmente la fluoxetina, y alcanzaron tal fama que apenas unos años después ya se habían escrito best-sellers cuyo título contenía la palabra Prozac, el nombre comercial de la fluoxetina: Nación Prozac (E. Wurtzel, 1994), Amor, curiosidad, Prozac y dudas (L. Etxebarría, 1997), Más Platón y menos Prozac (L. Marinoff, 1999), y hasta El Prozac de Séneca (C. Newman, 2014).
Estos fármacos trajeron al ruedo público conversaciones muy necesarias sobre la salud mental y han contribuido enormemente a reducir el estigma asociado: supusieron una gran revolución en el tratamiento de los distintos trastornos y en el acercamiento de la Psiquiatría a la sociedad global.
Para entender por qué los ISRS han sido tan revolucionarios tenemos que pensar en los psicofármacos existentes hasta entonces y usados para tratar la depresión y la ansiedad: los «viejos» antidepresivos (inhibidores de la monoamina oxidasa [IMAO], tricíclicos,) y los barbitúricos/benzodiacepinas. Si bien son muy eficaces, sus efectos secundarios resultan como mínimo molestos, causan sedación en su mayor parte, llegan a ser letales en sobredosis y su potencial de adicción (barbitúricos/benzodiacepinas) es elevado. Con los ISRS por primera vez los psiquiatras contamos con un arsenal farmacológico eficaz, tolerable, de posología sencilla que no causa adicción.
Su mecanismo de acción está implícito en su nombre: inhiben en las sinapsis cerebrales (zona de comunicación entre neuronas) la recaptación (devolución a la célula) de serotonina, un neurotransmisor muy importante; esto provoca un aumento de la serotonina disponible en las sinapsis, y dio origen a que durante años se hablara de un «desequilibrio químico» como causa de los síntomas: pacientes y médicos aseguraban que la «falta de serotonina» estaba en el origen de los trastornos. Esta hipótesis excesivamente simplista ha quedado descartada (entre otros motivos, porque el aumento de la serotonina en las sinapsis es inmediato, mientras que la acción antidepresiva, antiobsesiva o ansiolítica tarda habitualmente de días a semanas) y en el momento actual se plantea que estos fármacos servirían más bien de «reguladores emocionales», modificando a nivel inconsciente las percepciones emocionales. Está claro que la serotonina es tan solo una pieza en el gran puzle del cerebro y los trastornos mentales, pero el hecho de que desconozcamos el mecanismo de acción exacto de los ISRS no conlleva necesariamente que no debamos utilizarlos, como pretenden algunos. Baste con recordar que seguimos sin conocer el mecanismo del paracetamol, uno de los fármacos más usados del mundo, y eso no nos impide beneficiarnos de su gran eficacia para tratar el dolor de cabeza o la fiebre de un catarro, por ejemplo.
Cómo es tomar antidepresivos (ISRS)
Y tras la disquisición teórica de su mecanismo, vamos con la parte práctica. Los ISRS son extraordinariamente sencillos de tomar: 1 vez al día, con o sin alimentos. Tienen muy pocas contraindicaciones absolutas y por lo general son bien tolerados. Sus efectos secundarios más frecuentes son molestias gástricas y náuseas (hasta el 10%; por lo general desaparecen tras unos días de tratamiento), sudoración excesiva, nerviosismo (inicialmente pueden aumentar la ansiedad) y temblores. Otros mucho menos frecuentes, 1% como máximo, incluyen problemas sexuales (desde disminución de la libido hasta impotencia y ausencia de orgasmo), sensación de indiferencia emocional excesiva, ideas de suicidio y hematomas/tendencia al sangrado. Hay que recordar que la mayor parte de los pacientes no sufren ningún efecto, la inmensa mayoría de ellos desaparecen con la continuación del tratamiento, y en muchas ocasiones es posible minimizarlos comenzando por dosis pequeñas y subiendo como indica la canción estrella de 2017: des-pa-ci-to.
Nunca está de más recordar que, como con cualquier otro fármaco de uso continuado, deben ser aconsejados, prescritos, controlados y retirados por un médico: en SINEWS podemos ayudarte, ¡con los ISRS y con mucho más!
Sobre la autora
Alicia Fraile es psiquiatra en SINEWS con más de 20 años de experiencia en psiquiatría clínica general. Ha trabajado en daño cerebral, Centros de Salud Mental, psiquiatría laboral, accidentes de trabajo y su repercusión en psiquiatría (trastorno de estrés postraumático, trastornos adaptativos), pacientes con problemas de salud crónicos y por supuesto con los cuadros más frecuentes de nuestro campo: ansiedad, depresión, insomnio, trastorno obsesivo-compulsivo.