Cada persona presenta un ritmo particular de crecimiento y desarrollo. El área de lectoescritura (el proceso de aprender a leer y escribir) no escapa a esta determinación; cada niño posee su propia velocidad de aprendizaje y esta puede variar aún más en niños bilingües.
Detectar a tiempo y eficazmente las dificultades que un menor tenga en esta área mediante una evaluación temprana puede representar una mejora significativa para su bienestar. Por estas razones el diagnóstico, evaluación y tratamiento pueden ser decisivos en el desarrollo de los niños y es importante conocer a fondo los efectos de este proceso.
A pesar de vivir en un mundo cada vez más digitalizado, la lectoescritura sigue siendo una herramienta esencial en la vida diaria de la mayoría de las personas y parece que al menos en un futuro cercano, seguirá siendo así.
Como adultos se nos ha olvidado en gran medida cómo aprendimos a leer y a escribir en su momento y lo hacemos de forma automática, pero la realidad es que el proceso de adquisición de la lectoescritura es complejo y requiere tiempo, práctica continuada y esfuerzo por parte de los niños. Para poder comenzar a leer, es necesario comprender que el lenguaje oral se divide en sonidos aislados y que éstos se corresponden con unos rasgos escritos, que son las letras del alfabeto. A medida que los niños van aprendiendo los sonidos de las letras, pueden juntar estos sonidos para formar palabras y con el tiempo crearán representaciones mentales de palabras completas que podrán reconocer visualmente y así llegar a leer más rápidamente. Por tanto, la lectura tiene un componente de reconocimiento visual de letras y palabras, así como un componente lingüístico de acceso al significado de palabras, frases y textos, posibilitando la comprensión de la información escrita.
Los niños suelen desarrollar estas habilidades a diferentes velocidades, a menudo en función de la estimulación recibida. Por lo general, a los 5 años comienzan a reconocer los sonidos de ciertas letras y a identificar algunas palabras que ven a menudo. En torno a los 6-7 años, se considera que los niños tienen las herramientas suficientes para comenzar el aprendizaje formal de la lectoescritura y progresivamente empiezan a decodificar palabras y frases, comenzando también a escribir palabras. En los siguientes años, se continúa progresivamente el perfeccionamiento del proceso, consiguiendo la lectura independiente y la mejora gradual del acceso al significado. Es importante destacar que el aprendizaje de la lectoescritura se puede realizar simultáneamente desde el inicio en más de una lengua y que los niños bilingües aprenden a leer y a escribir de la misma manera que los niños monolingües.
Aunque existen diversas definiciones del término bilingüismo, en un sentido amplio se entiende como el uso habitual de dos lenguas por parte de un individuo o un grupo de individuos en una comunidad de hablantes. Sin embargo, las personas que emplean más de una lengua no suelen formar parte de un grupo homogéneo y existe gran variabilidad en cuanto al momento de adquisición de las lenguas, su frecuencia de uso y su grado de competencia, entre otros factores. En el pasado se creyó que el bilingüismo podría ser perjudicial e influir negativamente en las habilidades lingüísticas de los niños. En cambio, en la actualidad existe suficiente evidencia para descartar que esto sea así, por lo que se puede afirmar que el bilingüismo en sí no ocasiona dificultades en el lenguaje oral, en la lectoescritura, en el aprendizaje, ni en otros aspectos cognitivos o emocionales de ningún tipo.
Ahora bien, los niños bilingües, al igual que los que hablan solamente una lengua, pueden presentar dificultades a la hora de aprender a leer y escribir. Debido a los diferentes factores a tener en cuenta, es imprescindible profundizar en los motivos de las dificultades en cada caso. Algunas señales de alarma que pueden aparecer en diferentes momentos son: dificultades iniciales para reconocer o recordar los sonidos de las letras, posterior lectura lenta y con errores de sustitución, adición u omisión de letras o sílabas, dificultades de comprensión, inversiones de letras, faltas de ortografía persistentes, dificultad para organizar las ideas por escrito, etc.
En todo caso, si se sospecha que pudiera existir alguna dificultad, será de vital importancia realizar una evaluación temprana multidisciplinar, individualizada y con las herramientas adecuadas, para así determinar qué aspectos hay que reforzar en cada niño, las recomendaciones y pasos a seguir, así como establecer las ayudas necesarias en el centro escolar lo más pronto posible.
Algunos niños pueden presentar un retraso leve en el aprendizaje de la lectoescritura, a veces por cuestiones madurativas o por falta de estimulación, y con las ayudas adecuadas llegan a alcanzar el nivel de sus compañeros en un periodo de tiempo relativamente corto.
En cambio, otros niños presentan dificultades significativas y persistentes, mostrando grandes diferencias con el nivel esperado para su edad sin un motivo aparente. En estos casos se debe considerar la posibilidad de que exista una dificultad específica para el aprendizaje de la lectura y/o escritura. Se estima que la dislexia, un trastorno de aprendizaje de origen neurobiológico se da aproximadamente en un 5-10% de la población, independientemente de la situación bilingüe, pero en su caso mostrando dificultades en ambos idiomas, siendo necesaria su detección y valoración temprana para evitar un posible fracaso escolar posterior.
Cuando se sospecha que las dificultades podrían deberse a la dislexia, la evaluación y el diagnóstico se realizan de forma multidisciplinar, a través de un trabajo conjunto de logopedia y psicología. Sin embargo, el profesional principal encargado de la detección, evaluación, diagnóstico, y la intervención específica, que en el caso de la dislexia será individualizada, explícita, sistemática y enfocada a medio/largo plazo, es el logopeda, a diferencia de en países anglosajones, donde los profesionales suelen ser profesores o tutores especializados. En España, el logopeda se especializa en las dificultades de lectoescritura, al considerarse igualmente lenguaje, aunque la vía de comunicación en vez de oral, sea de forma escrita. La intervención logopédica consistirá en un tratamiento específico para la rehabilitación de las rutas de lectura y cualquier otro aspecto detectado en la evaluación, junto con la recomendación de la puesta en marcha de una serie de adaptaciones escolares.
En otros casos se requerirá además la ayuda de un tutor académico, que hará un trabajo más general, enfocado al apoyo escolar y el entrenamiento en técnicas de estudio, sobre todo en casos leves o que ya hayan recibido terapia. Será de gran ayuda para mejorar la planificación del tiempo de estudio, la organización, la monitorización propia, etc.
También es necesario mencionar que las dificultades en el lenguaje oral pueden repercutir en la lectoescritura, ya sea por existir dificultades específicas, o por falta de desarrollo oral en la primera lengua o en la lengua de instrucción (vocabulario, sonidos, etc.)
En todos los casos será esencial la estimulación tanto del lenguaje oral como escrito en el ámbito familiar y en el aula, con el objetivo de fomentar la curiosidad y el gusto por la lectura de la forma lo más lúdica posible, estableciendo un hábito lector para toda la vida, más allá de su utilización para los estudios o el trabajo. Si los niños están motivados, la mejora será consistente y se podrá observar tanto a nivel académico como en el bienestar general del niño.