Ha habido “romances interculturales” desde los inicios de nuestra especie. Ya hace más de 100.000 años se saben de hibridación entre neandertales provenientes de Eurasia y sapiens del continente africano. Las grandes diferencias entre estas dos especies de humanos tanto en aspecto físico, como a nivel intelectual y comportamental no supusieron obstáculo suficiente para evitar su mezcla y relación. Y a lo largo de la historia de la humanidad, los cruces interculturales han continuado con mayor o menor aceptación, algunas ampliamente conocidas como la relaciones entre Cleopatra y Julio Cesar, o entre La Malinche y Hernán Cortés.
Hoy por hoy, podríamos definir a las parejas interculturales, o las “relaciones íntimas interculturales”, como aquellas formadas por individuos que provienen de contextos culturales diferentes. Las diferencias culturales pueden comprender un amplio abanico de aspectos, incluyendo la nacionalidad, etnia, idioma, creencias religiosas, por mencionar algunos. En una relación intercultural, cada miembro aporta su propia perspectiva única aprendida y desarrollada en su contexto cultural de origen con respecto a conceptos como la pareja y la familia, los estilos de comunicación, valores y expectativas, las costumbres y tradiciones, las muestras de cariño e intimidad, sexualidad, etc.
En muchas sociedades la tasa de relaciones románticas interculturales está aumentando, incluyendo en España, donde según el Instituto Nacional de Estadística alrededor del 18% de las parejas que contraen matrimonio, son dúos interculturales. Este aumento en las últimas décadas podría ser fruto de los avances de la globalización y la tecnología, los cuales están generando sociedades cada vez más multiculturales y heterogéneas.
Y mientras las relaciones interculturales cada vez son más habituales en nuestras sociedades, nos preguntamos como se comparan éstas con relaciones “intraculturales”, compuestas por miembros de la misma cultura. Estos estudios tienden a comparar por un lado la tasa de éxito y la calidad de las relaciones románticas, asociada a conceptos como el compromiso y la satisfacción, los cuales son factores importantes para el bienestar y la estabilidad de las relaciones. Otros estudios plantean el tema desde la óptica de la atracción, y los factores que influyen en la elección de pareja.

Atracción y Elección de Pareja
¿Qué nos atrae de otra persona? Aquí encontramos varias teorías o perspectivas, unas que aluden al principio de similitud, que aseguran que nos sentimos más atraídos a personas con valores, educación, inteligencia, incluso aspecto, parecidos. Algunos estudios sugieren además que de forma “inconsciente” buscamos personas que muestran rasgos que nos sean familiares, lo cual tiende a atraernos más. Esa familiaridad nos puede hacer sentir más seguros, cómodos, o reconocidos.
Por otra parte, está el mito de la “media naranja”. La idea de que en algún lugar del mundo existe una persona que te complementa como ninguna otra, ya se barajaba en la Antigua Grecia, en los escritos de Aristófanes, contertulio de Sócrates. En esta línea, encontramos teorías que proponen que los opuestos se atraen, como por ejemplo, la “Teoría de la Complementariedad”, de Robert F. Winch, que sostiene que, las personas se sienten atraídas por aquellas que tienen características diferentes y que se complementan con las suyas. Por ejemplo, a una persona introvertida le puede resultar más atractiva alguien con una personalidad extrovertiva; así como, una persona impulsiva, podría sentir más atracción a alguien más tendente a la reflexión. También desde la Teoría del Apego se explica que personas con estilo de “apego ansioso” tienen más tendencia a sentirse atraídas por una de “estilo evitativo”, y viceversa.
Si bien es cierto, las teorías que apuntan a la similitud han recibido mayor apoyo científico, existe cierta evidencia que a las personas nos puede resultar muy atractivo aquello que no tenemos (en términos de personalidad), lo nuevo, novedoso y hasta cierto punto exótico. Sin embargo, estas cuestiones diferenciales o contrapuestas que pueden ser muy atrayentes en un principio, también se han reconocido como fuentes de conflictos y diferencias conyugales, que a la larga derivan en pérdida de satisfacción y mayor porcentaje de tragedia amorosa.

Por lo tanto, sería de sentido común pensar que las relaciones íntimas interculturales están avocadas a un mayor índice de insatisfacción o fracaso. Históricamente, y de acuerdo a estudios científicos, esto era cierto, pero está cambiando. Estudios más recientes encuentran que los romances interculturales pueden ser tan satisfactorios y comprometidos como sus contrapartes intraculturales.
En el corazón de toda relación está la comunicación íntima, el adhesivo que une a dos personas. Sin embargo, en las relaciones interculturales, la comunicación adquiere una dimensión matizada. Las diferentes normas culturales en torno a la expresión -tanto verbal como no verbal- pueden influir significativamente en la forma en que las parejas se perciben mutuamente.
Por ejemplo, la sinceridad y la asertividad se valoran en algunas culturas occidentales como signos de confianza y honestidad, mientras que en muchas culturas asiáticas, las indirectas, los rodeos o evitar decir “NO”, son señales de respeto e inteligencia emocional. Cuando estos dos estilos aparentemente antagónicos chocan en un entorno íntimo, es fácil que surjan malentendidos y frustración. Una simple expresión de frustración en una cultura puede interpretarse como un conflicto en otra, lo que puede provocar un distanciamiento emocional.
Desafíos y Claves para el Éxito
Dicho esto, estos retos no son insuperables. Por lo tanto, ¿qué ingredientes favorecen una relación íntima intercultural?
Probablemente los psicólogos y expertos en relaciones como yo, no estemos viendo o entendiendo todos estos aspectos del todo bien. Por un lado, la similitud es un factor importante, pero quizá no sea tan importante la similitud de rasgos superficiales como la raza y el país de origen. Quizá sea más importante la similitud o mayor compatibilidad en cuestiones de personalidad, valores y actitudes, lo cual si reduciría los puntos de conflicto. Sin embargo, esto también significaría menos aprendizaje y menos desarrollo personal. Si juntáramos menor similitud, pero con un grado alto de apertura y acomodación, ¿no sería eso lo mejor?
De hecho, ciertas investigaciones apuntan a que las personas que buscan parejas románticas en culturas diferentes, lo hacen porque tienen un alto factor de personalidad conocido como apertura a nuevas experiencias, o sea que están más abiertos a experiencias novedosas.
Hay otra cuestión que puede ser relevante y tiene que ver con respecto a la mezcla de determinadas culturas. Por ejemplo, las investigaciones revelan que las relaciones entre personas negras y blancas tienen menos probabilidad de éxito que relaciones entre hispanos y blancos. Esto puede deberse a factores históricos y sociales, como por ejemplo la historia de discriminación y/o la presencia de racismo. Por lo que, una pareja que a priori pudiera parecer muy compatible, puede verse muy afectada por factores externos que al final acaben por destruirla.

Es mi percepción que en las relaciones interculturales, cuando las diferencias se afrontan desde el respeto mutuo y la apertura, pueden dar lugar a espacios de gran aprendizaje y desarrollo, tanto personal como relacional. Ambos miembros pueden por ejemplo, descubrir nuevas formas de expresar afecto y cariño, o aprender a gestionar los conflictos de maneras que antes no habían considerado. El acto de negociar las diferencias culturales puede fortalecer una relación, profundizando el entendimiento mutuo. Las mismas diferencias que pueden causar fricciones también pueden propiciar el crecimiento personal y relacional. Las personas que mantienen relaciones interculturales se ven a menudo obligadas a reflexionar sobre sus propios supuestos, creencias y prejuicios culturales, un ejercicio que puede hacerles más empáticos y flexibles en otros ámbitos de la vida.
Otra capa de complejidad en las relaciones íntimas interculturales proviene de los diferentes valores y expectativas culturales. Los valores relacionados con la familia, los roles de género, las tradiciones e incluso la religión suelen desempeñar un papel fundamental en la dinámica de una relación. Por ejemplo, en las culturas más colectivistas (Latinas, o la Española por ejemplo), la familia suele considerarse como una unidad central, con fuertes lazos y obligaciones que se extienden a través de las generaciones. Una persona que proviene de una cultura más colectivista puede esperar que su familia participe en las decisiones importantes, tanto personales como en la propia pareja, mientras que una persona de una cultura más individualista puede considerar intrusiva esa participación. Del mismo modo, las expectativas culturales en torno a los roles de género pueden añadir tensión; por ejemplo, si un miembro de la pareja procede de una cultura en la que prevalecen los roles tradicionales y el otro de una sociedad con puntos de vista más igualitarios.
Estas diferencias pueden provocar conflictos, especialmente cuando entran en juego las presiones sociales y familiares. En algunos casos, las familias o las comunidades pueden desaprobar las uniones interculturales, lo que puede añadir mucha tensión externa a la relación. Las parejas interculturales a menudo se enfrentan no sólo a sus diferencias personales, sino también a los juicios y expectativas de los demás, y a veces a la marginación o exclusión social.
Sin embargo, las parejas que superan con éxito estas diferencias afirman tener un vínculo más fuerte, ya que trabajan juntas para superar los retos internos y externos. Con el tiempo, también están cambiando las percepciones sociales sobre estas relaciones interculturales de una forma más favorable, lo que sin duda también propicia un ambiente social y familiar de mayor aceptación.
El papel de la Adaptabilidad y la Apertura
Tienen un papel muy importante en el nivel de satisfacción y el éxito de las relaciones íntimas interculturales las capacidades de adaptabilidad y la apertura de ambos miembros de la pareja. Llamamos capacidad de apertura a la flexibilidad y la voluntad de comprometerse con la cultura del otro, lo cual puede allanar el camino hacia el entendimiento mutuo. Aprender sobre los antecedentes, la lengua, las costumbres y los valores de la otra persona puede ayudar a superar muchas diferencias. Aunque es imposible que un miembro de la pareja comprenda o adopte plenamente la cultura de otro, mostrar curiosidad y respeto es una forma poderosa de validar la identidad del otro.
Además, estas relaciones requieren un compromiso activo de “aprendizaje cultural”. Esto no significa una adhesión rígida a unas normas culturales u otras, sino más bien un enfoque compartido de apertura, compromiso y negociación de valores. Un miembro de la pareja puede adoptar ciertas prácticas culturales del otro, o ambos pueden acordar formar nuevas tradiciones que mezclen aspectos de los orígenes de ambos. Esta hibridez o mezcolanza puede engrandecer la relación, ofreciendo oportunidades únicas para crear una identidad compartida y única que honre las herencias de ambos miembros de la pareja.

Identidad y pertenencia
Las relaciones interculturales también plantean cuestiones más profundas sobre la identidad y la pertenencia. Los miembros de la pareja pueden experimentar cambios en su percepción de sí mismos, a veces sintiéndose «entre dos mundos», luchando contra las expectativas sociales y/o sintiéndose que no pertenecen a ningún sitio. Los hijos de parejas interculturales, en particular, suelen enfrentarse al reto de navegar por múltiples identidades culturales y no sentirse parte de ninguna de ellas. Sin embargo, esto también puede resultar enriquecedor. Crecer en un entorno multicultural ofrece una perspectiva única, que a menudo fomenta la adaptabilidad, la empatía y una amplia comprensión del mundo.
A pesar de los desafíos, las relaciones interculturales pueden ser profundamente enriquecedoras. Proporcionan oportunidades para el aprendizaje, el desarrollo personal y el crecimiento relacional. La clave para su éxito radica en la apertura, la flexibilidad y la comunicación efectiva. Quienes logran superar las barreras culturales suelen desarrollar una comprensión más profunda del otro, fortaleciendo así su vínculo. En un mundo cada vez más globalizado, las relaciones interculturales no solo desafían fronteras, sino que también demuestran el inmenso potencial de la conexión humana.
Sobre el autor
Guillermo Gabarain Beristain es Psicólogo y Coach en SINEWS MTI con más de 15 años de experiencia, habilitado tanto en España como EEUU para ejercer como psicólogo, bilingüe y con experiencia internacional. Formado en metodologías científicamente validadas, como Terapia Cognitivo Conductual, Terapia Centrada en Soluciones, Método Gottman de Terapia de Parejas, Prevención e Intervención en Crisis, así como en enfoques Humanista y Sistémico. Su principal actividad se centra en el trabajo con adultos y parejas, y está especializada en el tratamiento de trastornos de depresión y ansiedad, duelos complejos, problemas de adaptación por migración, trastornos por uso de sustancias y adicciones, y problemas de pareja.
Departamento Psicológico, Psicoterapéutico y Coaching
Psicólogo
Adultos y parejas
Idiomas de trabajo: Español e inglés