En España, alrededor de 300.000 adolescentes y adultos jóvenes de entre 12 y 24 años sufren algún tipo de trastorno de la conducta alimentaria, según datos de la Asociación Española para el Estudio de los Trastornos de Conducta Alimentaria (AEETCA).
Los Trastornos de la Conducta Alimentaria o TCA por sus siglas, son trastornos psicológicos relacionados a alteraciones en la ingesta alimentaria, la imagen corporal y el peso que pueden afectar los ámbitos físicos, psicológicos, sociales, familiares y académicos/profesionales de la persona que los padece.
Los TCA son trastornos complejos, por lo que no existe un único factor que ocasione su aparición, sino que son de origen multifactorial, en donde confluyen una variedad de factores genéticos, personales, familiares y sociales.
Los trastornos alimentarios más frecuentes en adolescentes son la anorexia, la bulimia y el trastorno por atracón. La anorexia, se caracteriza por una restricción de la ingesta alimenticia que ocasiona una pérdida considerable de peso. La bulimia, se caracteriza por una restricción de la ingesta alimentaria, con episodios de consumición de una cantidad elevada de alimentos en poco tiempo, seguido de vómitos autoinducidos. El trastorno por atracón se caracteriza por ingerir una cantidad muy grande de alimentos en poco tiempo con sensación de pérdida de control, sin emplear posteriormente métodos para compensar lo comido, por lo que frecuentemente está asociado a una ganancia de peso.
Aunque los trastornos de la conducta alimentaria pueden aparecer a cualquier edad, la adolescencia es un período de especial vulnerabilidad por la gran cantidad de cambios físicos, mentales y sociales, por lo que los TCA tienen una mayor incidencia en esta etapa de la vida, especialmente entre los 12 y los 18 años, aunque cada vez es más frecuente que la edad de inicio sea más temprana.
A continuación, se encuentran algunos signos de alerta que te pueden ayudar a identificar si tu hijo está sufriendo un trastorno alimenticio.
Señales de alarma relacionadas a la comida
- Comer a escondidas.
- Evitar comer con la familia.
- Saltarse comidas o comer porciones pequeñas.
- Ayunar (no comer por un período de tiempo)
- Comer grandes cantidades de alimentos en un corto período de tiempo.
- Interés excesivo por contar calorías, dietas, gramos de grasa y composición de los alimentos.
- Crear “rituales de comida” (por ejemplo, masticar cada bocado un cierto número de veces, desmenuzar la comida en trozos muy pequeños, comer muy lentamente).
- Eliminar grupos enteros de la alimentación (por ejemplo, los hidratos, dulces o grasas).
- Desaparición de comida en casa.
- Control y supervisión de la preparación de los alimentos en casa.
Señales de alarma relacionadas al peso y la apariencia física
- Pérdida de peso injustificada.
- Ganancia de peso muy rápidamente.
- Preocupación o miedo a aumentar de peso.
- Culpa por su peso o después de comer.
- Sensación de sobrepeso, a pesar de tener un peso normal.
- Evitar ir a la playa o a la piscina.
- Esconder el cuerpo con ropa muy grande o amplia.
Señales de alarma relacionadas a conductas
- Practicar ejercicio en exceso.
- Sentir malestar intenso si no puede realizar deporte.
- Pesarse con mucha frecuencia o por el contrario tenerle miedo a la báscula.
- Llevar un registro exacto del peso corporal y calorías consumidas.
- Ir al baño inmediatamente después de las comidas.
- Estado de ánimo depresivo.
- Irritabilidad.
- Aislamiento social.
- Dificultad de concentración.
- Hiperexigencia en ámbitos académicos o deportivos.
- Perfeccionismo.
Cuándo acudir al especialista
Si tu hijo presenta alguno de éstos síntomas es importante consultar con un profesional de la salud mental lo más pronto posible, ya que un diagnóstico y tratamiento temprano aumenta las probabilidades de éxito y son un factor de pronóstico favorable. Puede que tu hijo sólo presente uno de los indicadores, pero ante la duda es mejor acudir a un especialista para así poder descartar o confirmar la presencia de un trastorno de la conducta alimentaria.
Cómo es el proceso de diagnóstico del especialista
El proceso de evaluación diagnóstico de un trastorno de la conducta alimentaria incluye una entrevista inicial con el paciente, así como con sus padres en caso de niños y adolescentes. En esta entrevista se realiza una historia clínica detallada para conocer la historia de desarrollo del paciente, los síntomas actuales relacionados a la conducta alimentaria, la presencia de otros posibles síntomas relacionados al estado de ánimo y personalidad así como los antecedentes médicos y psiquiátricos familiares.
Igualmente se suelen realizar tests psicológicos específicos de los trastornos alimenticios que evalúan imagen corporal, conducta alimentaria y hábitos de alimentación. De igual manera es importante realizar una exploración física para conocer la estatura, peso, índice de masa corporal y otros parámetros médicos de la persona.
Cómo hablar con mi hijo si identifico alguna de las señales de alarma de un trastorno alimenticio
Es importante comprender que los niños y adolescentes que sufren de un trastorno alimenticio tienen poca conciencia del problema y si la tienen por lo general sienten vergüenza de ello y lo intentan esconder o negar. Aquí hay algunos consejos para abordar el tema con ellos:
- Busca un momento y lugar tranquilo para tener una conversación en un ambiente relajado y que invite al diálogo. Puede ser en un paseo a solas con tu hijo o durante un momento distendido del fin de semana. Evita las horas de las comidas o cuando estén otros miembros de la familia presentes.
- Expresa tus preocupaciones sobre los cambios que has observado en relación a su conducta alimentaria o estado de ánimo sin emitir juicios de valor. Evita comentarios relacionados a su apariencia física o su peso y enfócate en expresar tu preocupación por cómo se siente y por su salud.
- Proporciona información precisa y comprensible sobre los trastornos alimenticios, su tratamiento y la importancia de recibir ayuda profesional. Le puedes explicar que el papel del psicólogo es ayudarlo a comprender qué le ocurre y a sentirse mejor consigo mismo, y que lo que le cuente al psicólogo es confidencial.
- Ofrécele un espacio seguro para que pueda expresar sus preocupaciones, pensamientos, emociones y preguntas sin interrupciones ni juicios. Al escucharlo, pregúntale qué puedes hacer para apoyarlo y qué necesita.
- Practica la paciencia y compasión: puede que tu hijo tenga miedo o resistencia inicial de acudir a un especialista por lo que es importante tener paciencia durante este proceso a la vez que constancia. Si rechaza inicialmente ayuda no insistas en ese momento. Deja pasar un tiempo para volver a hablar con el o ella expresándole que puede acudir a ti para cualquier pregunta o preocupación que le surja. Evita reproches, castigos, dramatizar o tomártelo personal.
Los trastornos de la conducta alimentaria son uno de los trastornos psicológicos más frecuentes en niños y adolescentes. Si tu hijo desarrolla un trastorno alimentario es importante no culpabilizarse ni sentir vergüenza, ya que son trastornos mentales complejos en donde no hay responsables directos sino que tienen un origen multifactorial.
Si identificas uno o varios de los indicadores de trastornos alimenticios en tu hijo es importante acudir a un especialista lo más pronto posible ya que una intervención temprana aumenta las probabilidades de éxito del tratamiento. La familia tiene un rol clave tanto en la detección inicial de señales de alarma como en el proceso de recuperación. Afortunadamente, los trastornos de la conducta alimentaria tienen solución. Con un adecuado acompañamiento profesional y tu cariño, apoyo y paciencia tu hijo puede superar un trastorno alimenticio.
Sobre la autora
Verónica Sarria es psicóloga sanitaria en Sinews. Está especializada en trastornos de la conducta alimentaria y obesidad, trabajando con adolescentes y adultos. De igual manera trata otras problemáticas como ansiedad, depresión, duelo, autoestima y problemas en relaciones interpersonales, entre otros. Su orientación es cognitivo conductual pero integra herramientas y técnicas de otras corrientes según las necesidades de cada paciente, gracias a su formación en mindfulness, mindful eating, teoría del apego y terapia sistémica (de familia).