«Es cuando alguien cambia de forma de ser muy rápidamente». «Cuando alguien parece que tiene doble personalidad». «Es cuando alguien se emociona muy rápido por una cosa y luego cambia de idea»
Estas son algunas de las ideas (equivocadas) que mucha gente tiene acerca del Trastorno Bipolar y que se pueden encontrar por la web en blogs y páginas personales.
Sin embargo el trastorno afectivo bipolar (TAB) es mucho más que simples cambios de humor o un carácter fluctuante o apasionado.
Se trata de una enfermedad mental seria, que puede llegar a ser grave y causar grandes perjuicios y malestar a quienes la padecen pero para la que existen múltiples tratamientos que son muy efectivos. Es por ello que conviene conocer la enfermedad y poder reconocerla cuando se presente.
El TAB, que antes se llamaba psicosis maniaco-depresiva, consiste precisamente en eso: alternar episodios de depresión con episodios de manía.
La depresión quizá es mejor conocida por todo el mundo: sentimientos de tristeza y minusvalía, falta de energía e incapacidad para experimentar placer, alteraciones del apetito y el sueño, todo ello con la intensidad suficiente para afectar nuestra vida diaria y nuestras relaciones sociales (ya escribimos un artículo acerca de la depresión).
La manía por el contrario es menos conocida y suele pasar desapercibida en muchos casos, especialmente por el propio paciente. Sería un estado opuesto a la depresión. Durante una fase maniaca las personas se encuentran más alegres de lo habitual (o más irritables, también es posible), más activos, con más energía. Normalmente no necesitan dormir y no se encuentran cansados. Además su habla y su pensamiento fluyen más rápido de lo normal, están más creativos y les vienen grandes ideas y proyectos que, al concluir el episodio maniaco, pierden su sentido y parecen absurdos o descabellados. También es frecuente un mayor deseo sexual y un menor control del gasto económico. Todos estos síntomas juntos hacen que la persona se comporte de una forma poco que no es propia de él y se exponga a situaciones perjudiciales o de riesgo.
Todos estos síntomas (tanto los de la depresión como los de la manía) pueden darse de forma ocasional y aislada en cualquier persona sin que ello suponga que padezca un TAB. Cuando las cosas nos van bien, sacamos adelante un proyecto o ganamos un dinero todos nos alegramos, salimos a celebrarlo y reparamos menos en el gasto. Y al revés, cuando las cosas nos vienen torcidas nos entristecemos y nos cuesta más mantener el ritmo. Sin embargo, dos características diferencian al TAB de estos cambios de humor más habituales: el patrón con que se presentan y la intensidad de los síntomas.
Las personas que padecen TAB alternan épocas de su vida que podríamos llamar «normales» (es decir, libres de síntomas, con sus afectos y emociones conservados, con sus penas y alegrías como todo el mundo) con épocas de depresión y épocas de manía. Estas épocas «sintomáticas», llamadas fases o episodios, aparecen sin causa aparente, con cierta periodicidad y cuando se miran en retrospectiva se ven como episodios recortados en el tiempo. Algunas personas refieren que cada dos meses pasan al menos dos semanas deprimidas y una vez al año, sin saber por qué, empiezan proyectos que nunca terminan. Otras comentan que todos los años al comenzar el otoño caen en depresión y que por el contrario en marzo se vuelven más alegres y activos, pero nunca al revés. También es frecuente gente que recuerda haber pasado por episodios de manía en su juventud pero que tras el paso de los años solo mantiene episodios de depresión recurrente. En cada persona el patrón puede ser diferente.
En cuanto a la gravedad de los síntomas estos pueden variar de lo moderado a lo grave, pero es normal que se acompañen de una gran repercusión sobre la vida diaria. Una persona que padece depresiones recurrentes, con falta de energía y motivación, sufre el riesgo de faltar a clase o al trabajo, no presentar los proyectos a tiempo, apartarse de los planes y aislarse de sus amigos y familiares y con el paso del tiempo estos problemas se acumulan e incrementan y pueden resultar en fracaso académico o laboral y aislamiento social, además del propio sufrimiento que produce estar deprimido. En los casos más graves incluso aparece el riesgo de suicidio. Cuando son los síntomas maniacos los que aparecen, conductas de riesgo como conducir más rápido o beber más conllevan multas o discusiones y proyectos descabellados y gasto descontrolado llevan a la gente endeudarse y comprometer su estabilidad. En los casos más severos pueden aparecer ideas delirantes (como pensar que uno tiene superpoderes, que es un enviado de Dios o que es perseguido por la policía) y pueden llegar a requerir ingreso hospitalario. En mi consulta he llegado a ver personas que durante un episodio maniaco se hacen tatuajes de los que después se avergüenzan, que han regalado joyas a desconocidos o incluso gente que viaja a EEUU con intención de hablar con el presidente para solucionar la crisis mundial.
Una persona que alterne estos estados de ánimo «extremos» y tenga problemas derivados de ello, o simplemente le cause malestar a cualquier nivel podría padecer un TAB. Especialmente personas que sufren depresiones recurrentes que son más fáciles de identificar ya que los síntomas maniacos, sobre todo cuando son leves (hipomanía) suelen pasar desapercibidos o simplemente se interpretan como que uno está «maravillosamente bien».
En estos casos es importante consultar con un médico especialista. Como decíamos al principio es importante diferenciar un verdadero TAB de los cambios de humor normales y de otros trastornos psiquiátricos. Esto es importante porque el TAB tiene su tratamiento específico. No se trata igual una depresión unipolar que una depresión en el contexto del TAB.
El objetivo del tratamiento del TAB es mantener a la persona «estable en sus emociones». No se trata de dejarla «plana» o «apagada» ni de tranquilizarla o sedarla hasta que se pasan los síntomas, si no de prevenir esas fluctuaciones extremas del ánimo con las conductas de riesgo que traen asociadas. El tratamiento de base del TAB se realiza con estabilizadores del ánimo (litio, valproato, lamotrigina…) que tomados regularmente previenen los episodios sintomáticos. Igual que el uso diario de insulina permite a un diabético evitar que el azúcar se le dispare, usar un estabilizador del ánimo evita que los afectos se nos disparen a niveles extremos o descontrolados y aparezcan los problemas.
Espero que esta pequeña introducción al TAB haya servido para presentarlo y aclarar un poco en qué consiste. Se puede escribir mucho más sobre el TAB, sus tipos y sus distintos tratamientos, pero eso lo iremos haciendo en los siguientes artículos del blog. El objetivo de este artículo es solamente presentar el TAB como lo que es, una enfermedad psiquiátrica para la que existe tratamiento.